Opinión

Vamos, que somos

El mundo convulsionado, bajo una lupa inspectora, sin excepción alguna. El desconcierto. El sosiego como una soga de curva ahorcante, dando pasos claves para aminorar efectos fatálicos mientras los ciudadanos, más que concienciados, andamos demostrando la vitalidad de coordinar particularidades estructurando órdenes en cualquier sentido, allanando caminos.

La incertidumbre de si fue una mala costumbre de insalubridad desde una zona del mapa mundial la que acentuó lo que tácitamente estaba nos vuelve locos en cuanto nos paramos a pensar. Lo cierto es que no es hora de buscar culpables, ni de que tal cosa se nos pase por la cabeza. No es bueno juzgar a nadie, tampoco.

Tan solo podemos limitarnos a que un día confirmaremos la raíz de este pesimismo, la iniciadora de la actual hecatombe que se extiende a un nivel temporal inconmensurable, sin más sitio que el del reducto de un zulo que por kilometrismos lentifica un tanto nuestras miradas. Cuando los que mirábamos y hasta admirábamos a quienes nos encontrábamos no giraban la cabeza o no correspondían a nuestro mirar procurando saber ver, sufríamos. Ahora que no nos evitan los ojos de frente, las presentes largas jornadas de separación las que nos impiden recibir lo que sembramos.

Solamente estoy aquí ahora pasando al ordenador lo que hace una semana tenía escrito a puño y letra, sí, como las líneas anteriores que acabáis de leer, asimismo la humildad de reconocer que ya tengo respuesta a la pregunta del título de uno de los libros que escribí con quince años de edad: ¿Será capaz la Humanidad de detenerse? Sobre vieja máquina de coser plegada de una abuela siempre muda aun contando con voz, la mía, con las teclas a mil, desplegando en Soria cada letra para ir haciendo los capítulos de la prosa de la mencionada hace nada novela realista, siempre superando a no importa qué tipo de ficción. Claro que es verdad verdadera, que está habiendo un parón que está estimando nuestras fuerzas, que va aprobar una solidaridad palpable y a empatizar mucho más allá de la palabra.

La teoría, por fin, se hace acción y no hay nadie librado de nada en este feo asunto que de tan indescriptible no se le puede llamar con acierto de alguna manera. Desafíos, retos, sombras contaminadas y, sobre todo, máscaras que van cayendo: es el único sonido que escuchamos puesto que los agonizantes, tristemente, se están quedando sin respiración.

Emergencia urgente. Urgencia inédita, caracterizada por un miedo extremo, tratando de cuidar lo sereno del corazón, con la cabeza plenamente en funcionamiento, ejercitando el cuerpo en reducidos espacios. Unos pocos metros compartidos con la esperanza, pudiera ser que consiguiendo cortar los flecos del pico que nos amenaza.

Maldita infección que se va propagando en contagios a una pasmosa velocidad llevándose a unos de la Tierra, tambaleándose otros, un buen puñado convaleciendo y levando en los demás. A muchos ni rozarlos ni en un solo toque a distancia.

Este stop por todos los lados hará un aprendizaje que nos recuerde lo vulnerables que somos y que nadie es más que nadie. La historia es ver cuánto dura esto y si no habrá trampa a la hora de tratarnos bien a los que desde siempre hemos tenido en cuenta nuestra debilidad y no hemos puesto nunca por debajo a nadie. ¡Quién sabe! ¿O todo quedará como un toque de atención y los pocos retorcidamente bordes que se resistan a la transformación humana seguirán con mayor ahínco todavía en lo que se venían proponiendo para contra sus vecinos hermanos, sus iguales por tanto? Quisiera atreverme a suponer que ahora la gente maja no callará ni dejará pasar injusticias cotidianas. Los paganos de toda la vida nos cansamos, sinceramente.

Quede en la memoria que ser persona, simplemente eso que parece tan poco, es la sencillez de saber ser siendo, sabiendo estar, esforzándose por ser mejor cada vez, por irse puliendo en cada momento por uno mismo y también por todo el resto. En este ya, pudiera suceder que quienes siempre llevamos practicando esto desde toda vida, podremos no ser tan raros ni mierdas hacia el camino de la perfección, constantemente superándonos, ahí y para todos.

La locura de lo desconocido se cierne sobre todos los países. No hay fronteras que cierren la circunstancia de un virus que se ha coronado a sí mismo.

Es el momento de abrazar mares y océanos seriamente también. Aunque respiramos, nos estamos quedando sin aire colectivamente. Y es de este modo como en grupo unido hemos de sentirnos cosmopolitas, juntos en una sola oración: el golpe de la mente hacia el cielo, los gestos diarios de una modestia compartida focalizándonos en lo positivo y traduciéndolo en hechos gerundivos que vayan del espíritu a la materialización de los sueños: somos uno, un solo y único ser esparcido por no importa dónde.

Esta enfermedad atiende a razones y entiende de razas, sexo, lugares, posición, idiomas… Y aunque nuestros mayores sean los más afectados, tampoco sabe de edades en total. Así pues, no vendrá mal que algunos ejerzan la memorística de la rememoración de esto: no hacer acepción de seres vivos, con o sin lenguaje articulado.

Bastará ya de simpatiquez a dedo, amiguismos, favoritismos y una tremenda lista que no apunta la inocencia del pueblo inocente, al cual pertenezco. La Cruz fue fabricada por eso precisamente, con la agilidad de arrejuntar adeptos frente a los distintos que no comulgaban con ellos ni sus ideas ni sus formas de llevar a cabo la vida.

El aislamiento de cada uno es ahora común. La comunidad universal yendo a una sola, lo que siempre soñé y por lo que siempre luché. Todos experimentando emociones que son exclusivamente la misma. Me duele tener que tener que creérmelo por un enemigo que no se ve, un virus nada atractivo, un monstruo microscópico parcheado. Pero al menos tengo la respuesta a la cuestión de mi libro escrito en la edad bonita.

Curando la propia salud personal cada individuo tendrá la salubridad expansionada con el cariño del Amor de la paciencia. Y valores que fueron exterminados resurgirán a la par que otros nuevos que estaban en el fondo del alma. Quiero ser un tanto optimista al menos.

Permanentemente recordarnos. No he dejado de hacerlo, incluso con quienes quisieron terminar conmigo, torturaron de infinitos modos, y más. Ser, estar, fluir, disciplinar lo negativo para transformarlo en lo contrario. Es un arduo trabajo y por mucho que lleves desde siempre haciéndolo hay que seguir. Hay quienes llevamos toda nuestra existencia en y con ello. Y esperad… el compromiso de responsabilidad crece. Jamás deja de hacerlo.

Que una visión bienhadada se contagie dentro del margen de las reglas eficaces entre las que el asqueroso bicho nos permite movernos. Alguien se dio cuenta que desde muy pequeña soy profunda, lo cual me ha acarreado graves problemas, sin embargo, muchísimos años, se me dijo tal piropo de ese alguien que se dio cuenta de mi hondura. Hasta ese entonces me fue totalmente desconocido ese reconocimiento.

Retomo mi siempre tema con ello pues: trascendencia de querer, reacciones de elevada dimensión, vibraciones con un nivel especial que sublime el modo de vivir social. Aliento, defensa por nosotros, ingenio, voluntad y bondad… Con ello podría haber la sonrisa de una buena sanidad, educación, cultura, economía … y de todo, para todos.

Todos a trabajar sin fin, dando lo mejor a cada segundo. Es agotador, pero merece la pena. Esta vez todos, por Soid, al que siempre he llamado así: lado masculino y femenino divino en uno.