JOSÉ R. GARITAGOITIA, Doctor en Ciencias Políticas y en Derecho Internacional Público.
Durante la Segunda Guerra Mundial, una adolescente con ascendencia judía recogió en su Diario la experiencia de encerramiento en su casa de Ámsterdam. Pasó más de dos años oculta. Fue descubierta por los nazis cuando faltaban pocos meses para finalizar el conflicto. Desde la pequeña ventana de su escondite, Ana Frank podía ver un castaño de indias frente a su casa. En el arranque de la primavera de 1944, el 18 de abril, escribe: “No hace mucho frío ni mucho calor, y de vez en cuando cae algún chubasco. El castaño del jardín está bastante verde, aquí y allá asoman los primeros tirsos”. Son pequeños matices, fruto de la observación. Para Ana, la contemplación del árbol era su conexión con el mundo exterior, como estos días de pandemia son los tejados, calles y paisajes que alcanzamos a ver desde nuestras casas.
Tras un mes de encerramiento, escribo para compartir alguna reflexión sobre este modo de vivir, tan peculiar. Somos protagonistas de una experiencia inimaginable hace sólo unos meses. Toda la población ha asumido, con disciplina y responsabilidad ejemplares, una limitación de movimientos sin precedentes. Hacemos nuestro el #YoMeQuedoEnCasa por el bien de todos. Familias enteras, muchas con hijos pequeños, y otros en soledad, permanecemos en los hogares con actitud admirable. La mayoría de las personas, mayores y jóvenes, con las que he contrastado su impresión, se muestra gratamente sorprendida de cómo están sobrellevando el día a día. Las experiencias son variadas, tantas como las situaciones, pero se aprecia un denominador común: hemos descubierto modos de vivir para aprovechar mejor las horas, y luces nuevas para enfocar la realidad.
En el encerramiento cotizan al alza los pequeños y grandes servicios de la vida doméstica, surge estar disponibles para echar una mano; al vivir sin la habitual prisa, y tener más tiempo, la conversación gana en calidad. Pasamos tiempo compartiendo sensaciones, sucesos sencillos, dificultades y proyectos. Reconocemos el beneficio de distribuir mejor los horarios de trabajo, descanso, familia, tareas del hogar, ejercicio físico en la medida de lo posible, etc. La iniciativa y creatividad se han puesto a prueba, hasta encontrar nuevas formas de llenar espacios, también con diversión y entretenimiento, para distraernos y hacer más llevadero a los demás el discurrir de las horas. En muchos hogares ha crecido el interés por las actividades culinarias, y también por el cine y la lectura. Todas las franjas de edades confirman la dependencia de la tecnología, de manera especial Internet, y lo mucho que facilita el contacto.
Hay quien apunta ya a un cambio de época. Existe un general convencimiento de que, a partir de ahora, nuestro mundo no será el mismo. Sin retroceder a patrones de austeridad, soledad y silencio, el coronavirus ha hecho saltar por los aires el paradigma de gasto, ruido y estilo de socialización masificado, propio de la sociedad moderna. La paciencia ha pasado a ocupar una posición importante. Se suceden los días sin que veamos un final, y sin posibilidad de hacer planes para el futuro inmediato. Cuando no podemos cambiar las circunstancias exteriores, el reto es cambiarnos a nosotros mismos. La paradoja es que nos sentimos limitados desde fuera y aumentan los ámbitos de libertad interior: de cada uno depende sacar mayor o menor partido a las horas que estrenamos en cada nuevo amanecer.
La necesidad de reposo, físico y también mental y espiritual es ahora una posibilidad real. En nuestro vivir hacia dentro hemos experimentado lo saludable que es tomar distancia de las situaciones, poner las luces largas y valorar en toda su dimensión cualidades, alternativas y planes. Como le sucedía a Ana Frank, la actitud de contemplar lleva a descubrir el tesoro escondido en cuanto nos rodea, calibrar experiencias pasadas, soñar despiertos. Es ver la vida y sus circunstancias con ojos templados, mirada lenta, sin prisas innecesarias. Descubrir la oportunidad para disfrutar con los buenos recuerdos de momentos especiales, viajes, aventuras… Antes no teníamos tiempo; ahora sí.
Una actitud interior serena permite captar matices en la realidad que nos rodea. La joven escondida ampliaba su horizonte vital en el diálogo imaginario con el castaño de indias. Enfrentarse en perspectiva con las situaciones de nuestra vida, tan variadas, lleva a tomar decisiones. En la relativa tranquilidad de estos días quizá vemos más claro aspectos personales, de la familia, o profesionales, necesitados de otro modo de hacer, y surgen decisiones de fondo. Son los puntos y aparte que precisa el relato de nuestra biografía, tantas veces escrito en letras demasiado apretadas, quizá con algún borrón. La experiencia del vivir hacia adentro es otra manera de valorar el encerramiento, como una oportunidad para tomar impulso y dar el salto. La vuelta a la normalidad, que tanto anhelamos, será el momento de escribir la letra para la música que, desde lo interior, hemos compuesto estos días.