Opinión

¿Saldremos mejor de esta crisis?

Todavía estamos aturdidos, confusos; no sabemos bien aún si esto es realidad o es una ficción. Hace tan solo dos meses teníamos ilusiones y problemas. Luchábamos por llegar a fin de mes, en unos casos, o en otros, pensábamos cómo mejorar nuestra situación, imaginábamos qué hacer durante la Semana Santa o las vacaciones de verano…; y, de repente, ¡plaf! Nos vemos de lleno en una peste, algo que creíamos que era cosa del pasado.

Llevamos casi dos meses de confinamiento, de ERTEs, de medidas extraordinarias que nos han dado la vuelta a nuestra vida como a un calcetín. Ahora los valores son otros: salud, prevención, alejamiento social, teletrabajo, expedientes de empleo, banco de alimentos. Y muchas personas dicen que esto nos hará cambiar.

La Psicología nos dice que esto puede ser identificado como un trauma, por lo que tendremos meses después, un síndrome postraumático, pero nada más. Hay estudios que demuestran que las personas a las que les ha tocado la lotería o aquellas otras que han perdido las dos piernas en un accidente, a los doce meses, su carácter vuelve a ser el mismo.

Lo que realmente nos cambia no son los traumas, los hechos más o menos puntuales en nuestra vida; lo que nos cambia es la educación. Y la educación de los adultos viene en su mayor parte por los medios de comunicación o a través de la sociedad civil, asociaciones y ONGs. En cambio, la educación de los pequeños viene a través de las leyes educativas.

Ahora, una vez más, se habla de una nueva ley, y esta crisis puede ser una oportunidad para hacer un cambio profundo que nos lleve a hacer una modificación profunda en la sociedad. Esta crisis nos dice que si queremos estar preparados para otra gran pandemia y para las consecuencias económicas que con lleva necesitamos más que conocimientos recogidos en los libros, capacidades, habilidades, competencias para afrontar la realidad con resiliencia, por un lado, mientras dura la pandemia, y capacidad de adaptación para ajustarnos a los problemas económicos, por el otro.

Para eso, la nueva ley tendrá que dejar de ser tan académica, tan parcelada en asignaturas como las anteriores y deberá fomentar precisamente esas competencias que permitan a las personas afrontar los momentos difíciles con esos valores que ahora les damos tanta importancia como la creatividad científica o la solidaridad con los que menos tienen. Así, la autoestima, la reflexión, el pensamiento crítico, la solidaridad, la empatía, la compasión bien entendida, el emprendimiento, la motivación por hacer una sociedad más justa, más culta, y más rica, por qué no. Una educación que pase de las asignaturas a los proyectos, de la competitividad a la colaboración, de los resultados a los procesos, de las materias a las personas. De otro modo, y emplazo a los lectores dentro de un año, seguiremos igual y todavía más preocupados por la economía. Es esta una oportunidad de dar un giro de timón a nuestra sociedad a través de una educación que incluya a todos en un proyecto común para hacer un mundo mejor.