JOSÉ LUIS LABAT, Periodista.
Del verbo apanicar, tal y como consigna el Diccionario de americanismos, elaborado por la Asociación de Academias de la Lengua Española y publicado por la Real Academia Española.
Una palabra cuyo uso no resulta conocido entre los hablantes del español de por estos pagos, pero que, sin embargo, en México y Chile, se usa con el significado de “sentir pánico”.
Y gracias al sugerente comentario de un asiduo lector de esta columna, acaecido por más señas a los pocos días de haber superado el enclaustramiento “Covid causa”, me veo aquí dándole vueltas a la oportunidad del término, ahora que nos preocupan los rebrotes del virus en la Comunidad y en toda la geografía hispana o europea.
Al conocido, y doctor por más señas, fuente de esta inspiración tribunera, le habían mentado la palabrita en cuestión durante una mañana de consulta. Y no resulta de extrañar que, en contexto sanitario, la sola referencia al patógeno, como a la patología, genere su prevengan. Y en ello ando.
Imbuidos como estamos de la necesaria responsabilidad individual, ésa que nos toca ahora, cuando ya estamos otra vez sin restricción aparente de libertad, pienso si no sería pertinente que, como sociedad, y en cuanto que individuos, fuéramos realmente conscientes de nuestro papel frente a una situación que todo lo ha cambiado.
Y para ser consciente de algo, o para ser capaz de ofrecer la respuesta precisa, que no otra cosa se espera de la responsabilidad, no digo yo que el miedo sea la herramienta básica, pero provocar un sentimiento de respeto sí que ayuda en el ámbito de lo pedagógico. Y por eso traigo a colación esto del apanicar. Que puede venir bien.
Porque puede resultarnos muy sugerente en clave simbólica, por seguir ya puestos, con el gesto de las encinas o carrascas, tantas plantadas como municipios en Aragón. Para suscitar el arraigo de lo más auténtico en cuanto a valores sociales se refiere. Para reclamar el cuidado del otro. Sin duda, la gran apuesta de una sociedad que huye del sálvese quién pueda, porque de lo que se trata es de salvarnos juntos.
Y en general, para el futuro de la tierra que habitamos. Sin un respeto reverencial, por y hacia lo importante, difícilmente vamos a construir y a mantener aquello que sea digno de futuro. Y si no es merecedor de él, mejor es que no tenga presente ni cabida.
Este tipo de situaciones planetarias, como la pandemia vivida, genera un interés colectivo de aprendizaje social en positivo. De algo nos tiene que servir, se oye decir. Pues aquí planteo una propuesta. Lingüística, sí. Pero también de valor. Y consiste en tomar en consideración este término, adoptarlo como palabra útil en nuestras conversaciones y, por qué no, como estrategia que nos estimule. Que no vendrá mal.