Opinión

Las raíces de la cultura en Aragón

Tengo entre mis manos el libro La cultura audiovisual en Aragón durante la Transición, recientemente publicado por la doctora en Historia del Arte, Ana Asión, y editado por la editorial aragonesa Rolde. La autora se remonta a los años setenta del siglo pasado. Una década en la que –como afirma Antón Castro en su reseña en Heraldo– se plantaron las semillas para las generaciones actuales. Han transcurrido ya cincuenta años y es el momento de analizar, al hilo de las reflexiones de Ana Asión, las tendencias culturales actuales, el eco de todos aquellos logros en el campo de la música, publicaciones periódicas, artes plásticas y filmografía en nuestra comunidad autónoma.

El subtítulo de este excelente ensayo –Búsquedas y alternativas– deja abierto el camino a nuevas experiencias, no solo en el campo audiovisual sino, obviamente, en el literario. De todos modos, las reflexiones de la escritora aragonesa sobre los logros de la cultura en esta década inicial de la transición a la democracia pueden servir de pauta para esta última década lastrada por una profunda crisis económica y rematada por una pandemia de consecuencias imprevisibles. Por eso, uno de los aciertos de este ensayo es la ubicación en un contexto político, social y económico de todas estas manifestaciones culturales, desde los medios de comunicación –se centra en “Aragón Exprés” y “Andalán”– a la repercusión social de los cantautores –José Antonio Labordeta, Joaquín Carbonell o La Bullonera– y a la importancia de las artes plásticas – grupos como Forma, Azuda-40, Trama, Equipo LT, Algarada o el Colectivo Plástico de Zaragoza– y, sobre todo, al papel relevante de la cinematografía –iniciativas como la productora Moncayo Films, los ciclos de Cine de Autores Aragoneses de Manuel Rotellar o la relevancia de Antonio Maenza–.

Todas las reflexiones de este libro, con excelentes ilustraciones, opiniones autorizadas y adecuada documentación nos pueden servir de punto de partida para analizar con sosiego e imparcialidad la situación actual de nuestra cultura, casi cinco décadas después. Y para ello no podemos eludir el momento tan difícil por el que está atravesando la cultura en nuestra comunidad como consecuencia de la Covid-19. Porque resulta paradójico que ha sido precisamente el recurso a la cultura –libros, música, cine, arte,… – lo que nos ha aliviado las largas semanas de confinamiento. Una cultura que sigue sufriendo el amargo peso de los rebrotes debido a las continuas y discutibles restricciones que afectan a las inquietudes del ciudadano de a pie. Los ejemplos son evidentes: locales cerrados como La Casa de Zitas, la clausura de Terraluna Terraza o los problemas del Espacio Cultural Las Armas. Además de Ferias del Libro o eventos poéticos aplazados sine die, reducción drástica del aforo de locales culturales, museos, cines o teatros,… Como consecuencia de esta grave crisis, habrá que preguntarse cuántos escritores, músicos, artistas o colectivos culturales van a poder sobrevivir a esta situación que cada vez es más incierta. Es verdad que nos quedan los vehículos digitales y la comunicación online. Pero está claro que en el campo de la cultura –y en todos los demás ámbitos– lo presencial se presenta como algo esencial e insustituible.