Opinión

De vuelta

Recién llegado, prácticamente, de la escapada veraniega, me apresuro hacia el teclado del ordenador. Han sido varios días, afortunadamente, por diferentes zonas de la geografía española. Este año no cabían dudas acerca del destino. La alternativa nacional, tan diversa y completa que poco envidia a la oferta turística extranjera, parecía lo más adecuado. Y eso, teniendo en cuenta, además, la posibilidad del retorno obligado a la casilla de salida, en este macabro juego que nos ha deparado la vida. Y que tiñe toda la realidad percibida, al menos de momento. Vaya usted a saber cuánto.

De todos estos días, guardo en la memoria un cúmulo de sensaciones nuevas y diferentes, por mor de lo que vivimos, no sabemos si peligrosamente. Algunas de ellas, inesperadas. Así, un encuentro con la denominada playa de Zaragoza, casi sin gente; el paseo por calles fantasmales, otrora abarrotadas, que remitían a otra estación del año muy distinta al verano; o la más triste, ver restaurantes vacíos, augurio de un futuro más que incierto.

Pero también, la de recorrer lugares de ensueño, de esos que uno debería por obligación, y más que nada por cultura, conocer. Como la Ribeira Sacra, en las provincias de Orense y Lugo, con el gran cañón del Sil, uno de los ríos con un curso verdaderamente espectacular, y con una explosión de naturaleza para disfrutar, también desde la carretera. O la gran desconocida ciudad de Orense, con una catedral y su sorprendente tesoro, verdaderamente ignotos, amén de otras poderosas razones termales que guarda en ese su secreto que la hacen tan peculiar.

Y ya de vuelta, camino de León, parada imprescindible en Astorga, para contemplar y disfrutar de su Palacio Episcopal, obra de Gaudí. Un capricho de buen gusto, solamente a la altura de algunos bolsillos, y que resulta una visita obligada, si tienes la suerte de que alguien te lo indique. Como las grandes cosas de la vida.

Aún tuve tiempo para completar este periplo hispano por tierras cántabras. Muy animadas de gente, ciertamente, tal vez porque los rigores calurosos de agosto, invitan a viajar allí donde el descanso nocturno está más que asegurado.

De vuelta, con este cúmulo de sensaciones, y con la desazón que te deja que el número de afectados en Aragón haya liderado las estadísticas y porcentajes que nadie desea alcanzar. No hemos escuchado, sin embargo, de fuentes fidedignas, las razones para que esto haya ocurrido así. Quizás, algún factor diferencial no está siendo tenido en cuenta.

El hecho es que con este virus hay que convivir, y la fórmula no es otra que la de permanecer atentos y con responsabilidad. Seguimos inmersos todavía en situación de contagio. Aquí nada ha terminado, ni a nada se ha vencido. No seamos ingenuos. Y hagamos lo que el sentido común y la prudencia sugieren. Seguimos pendientes de los datos sanitarios, y del nuevo curso que se acerca. Son las dos claves de la vuelta.