Opinión

La Travesía Central del Pirineo. Historia del ascenso y declive de un proyecto de Estado

La Travesía Central del Pirineo, TCP, ha sido un gran Proyecto de Estado que ha tenido su momento, pero me da la impresión que es actualmente un sueño irrecuperable. Se puede seguir pensando con el corazón, pero quizás sea un empeño estéril y bizantino visto lo visto a través de un pequeño análisis histórico, las coordenadas geopolítico-ambientales y prioridades europeas, así como la de los propios partidos políticos en España. Hay proyectos, ideas, ensoñaciones personales, empresariales o institucionales que tienen su momento y hay que aprovecharlo porque es difícil, imposible muchas veces, que se vuelvan a repetir las condiciones que los propician. Es como esas ocasiones formidables y desaprovechadas que se le presentan a un equipo de fútbol en un partido clave y que desaprovechadas marcan su historia y la del devenir de su incondicional masa social de aficionados. A veces, la mayoría de ellas cuando tienen gran calado me refiero, el sueño, el proyecto, la ilusión, pasa por delante de nosotros y si no se aprovecha el momento y sus condiciones, ya no vuelve a pasar.

La TCP ha sido el mayor proyecto en Aragón de comunicación internacional, y trata de conectar mediante un gran corredor ferroviario España con Europa a través de Aragón. Se necesitaría horadar el Pirineo en baja cota previsiblemente desde Biescas con algún largo túnel que podría incluso superar los 60 kms con afecciones medioambientales importantes y un gran desembolso financiero que podría destinarse a otros menesteres según prioridades europeas que en este momento descartan completamente la TCP como una prioridad.

El momento estrella de la TCP fue hace más de tres lustros y no sólo Aragón sino España como Estado defendía con ilusión este gran proyecto en Europa. Durante el Gobierno de José María Aznar en 2003 la TCP fue incluida en una lista de prioridades de máximo interés estratégico para la UE. A partir de ahí desde ese momento de máxima ilusión y apoyo global, el proyecto se fue desinflando por diversos motivos que simplificadamente, por no alargarme en exceso, podríamos cifrar en la presión nacionalista e independentista catalana y las prioridades del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que en su “geometría variable” de influencias y decisiones optó por el Corredor Mediterráneo para potenciar al Levante y al oligopolio de transporte catalán y vasco, evidentemente en procesos negociadores, tomas y dacas de carácter político, económico y financiero en donde es fácil adivinar quién salía perdiendo y quién salía ganando. A la vista del nulo apoyo efectivo al TCP por parte de España, la UE está claro que no tenía tampoco ningún interés, vista también la posición de Francia, teniendo como consecuencia letal para el proyecto que quedó completamente aparcado de prioridades estratégicas.

Todo lo que ha ocurrido posteriormente es también Historia, a veces con muchos fuegos artificiales, buenismo y “malismo”, brindis al sol y ciertas dosis de demagogia que se exacerban e hipertrofian hasta el infinito cuando se acercan las campañas electorales. Y en general lo que se constata, lamentablemente para Aragón, es que el Proyecto TCP tuvo su gran momento de auge y esplendor que no se supo aprovechar porque no hubo persistencia y unidad. Desde entonces todo se ha ido confabulando en contra del Proyecto TCP, que está como un globo desinflado, excepto para algunos y algunas, entre los que destaco especialmente las buenas contribuciones de CEOE, CEPYME y Cámaras de Comercio de Aragón, así como soñadores persistentes irreductibles y conversos fanáticos. También quiero reseñar que, además en estos convulsos y procelosos momentos, muchos que lo tenían que defender ya es que ni se molestan en reivindicarlo o sacarlo a la luz en reuniones de Estado por los motivos que sean.