Opinión

¿Me explico?

Francisco Javier Aguirre
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En las conversaciones, coloquios o diálogos que mantenemos con gente amiga, o incluso desconocida, utilizamos una serie de latiguillos y fórmulas expresivas para confirmar que el interlocutor sigue nuestro razonamiento y lo ha comprendido. Sin que ello pretenda menospreciar a la otra persona, ni minusvalorarla, solemos preguntarle si nos ha entendido con fórmulas que habitualmente son muy escuetas como ¿entiendes?, ¿comprendes?, ¿sabes lo que quiero decir?, ¿me sigues? y así sucesivamente.

Tengo un querido amigo, con quien hablo siempre muy a gusto de multitud de temas porque es hombre de amplios horizontes, que intercala en la conversación una fórmula distinta, que concretamente es ¿me explico? Siempre me ha llamado la atención ese detalle, porque no es lo frecuente ni lo más habitual en conversaciones con otras personas, de cuya capacidad intelectual y nivel expresivo no me cabe ninguna duda. Es una circunstancia que siempre he valorado mucho en el referido amigo, porque significa algo más allá que una simple fórmula a la hora de hablar con otros.

La utilización del ¿me explico?, en lugar del habitual ¿me entiendes?, sitúa el peso del proceso de comunicación en la capacidad de expresarse o de hacerse entender de quien habla, y no en la capacidad del interlocutor, que en ese momento escucha, para comprender lo que se está diciendo.

Muy a menudo consideramos que nuestro discurso, a la hora de conversar con alguien, está perfectamente construido, bien elaborado, es coherente y convincente, de forma que quien nos escucha debe entenderlo sin dificultad, y si no lo hace, la culpa es suya.

En el ejemplo que he puesto y con la referencia que hago a esta persona, cuyo nombre obvio por pura discreción, aunque supongo que hay otras con la misma finura del espíritu, la postura es diametralmente la opuesta. Este amigo considera que es él quien debe utilizar correctamente su argumentación y el lenguaje que la expresa para facilitar la comprensión del interlocutor. Se atribuye a sí mismo el esfuerzo necesario, sin esperarlo del otro. Es una postura que denota mucha inteligencia, tanto racional como emocional en la persona a quien me refiero, y en quienes hacen lo propio, así como una notoria sensibilidad en el proceso de las relaciones sociales, ¿me explico?