Opinión

Enfermerando

Noticias, casos y cosas. Dolor, sufrimiento por lo propio y lo ajeno. Todo nos une. Todo en uno. Sucesos públicos y/o no. Somos tan mucho demasiado sensibles. Tanto, tantísimo que vivimos en el esperpento de una realidad que a veces nos arrastra más que otras.

Una especie disparatada en multitudes y que en ocasiones ni entre nosotros sabemos o /y tenemos la capacidad de gobernar, ni cómo, ni de qué modos hacerlo. Sea que pasemos más o menos páginas en el calendario de la existencia, compartida o no.

Alientos que palpitizan con la fuerza de la fortaleza del sentir sintiendo entre mejores o peores sensaciones afectivismo. Nos vemos impotentes ante lo imponente. Y aunque haya luces, asimismo el ensombrecimiento está en todo ser humano, perviviendo en la perplejidad de este mundo, Tierra donde todo y de todo pasa.

La niñez en sí es más dura de lo que debiera, y no mento en los que se agrava la tierna edad. Adolescencias, variedad y época de descubrimiento personal y conflicto interno. Juventud, afortunadamente, las hay de bastantes tipologías, muy positivas la mayoría de ellas. Madurez, donde la lucha sigue enriquecida con la experiencia. Vejez, culminación de lo vivido, aprendizaje constante.

Aunque pudieran parecer carentes de verdad, las palabras no son las que bastan. E, hipersensibles, es la prudencia de la tal vez elección de la actitud de conmover la que cuenta, cuando es posible llevarla a cabo.

Y así andamos, tropezando, cayendo, levantando… En ese o en otro orden. Ojalá una sonrisa eterna salvara lo cualquiera que pasase, incluso por la carta de magia específicamente adecuada del esfuerzo que, de y bajo una forma u otra, no para.