Opinión

Naranjas de la China

Obnubilados por la realidad, temerosos del malvado Covid-19 chino, que sobre todo ataca por las noches a los que no están metidos en sus casas, el gigante secular, China, está expandiendo su modelo de globalización a través de la llamada “iniciativa de la Franja y la Ruta” o mejor conocida como OBOR, One Belt, One Road. La nueva ruta de la seda con sus dos variantes, terrestre y marítima, que hará de China la potencia capitana de la globalización futura.

Hace años que China es considerado el país más rico de la Tierra tras los EEUU, comprador de deudas de muchos países occidentales, comprador de fuentes y recursos naturales en gran parte del mundo, comprador de divisas, comprador de científicos para desarrollar su tecnología, productor de bienes manufacturados a bajo precio debido a sus condiciones laborales, exportador de los mismos y de falsificaciones de todo tipo que inundan los mercados occidentales siguiendo un método de economía parasitario.

Este último se basa en una cadena de producción donde el 99,9% del personal implicado es chino, sirviéndose de la diáspora china en el mundo que se estima en torno a los entre diez y 15 millones de chinos que viven fuera de su país. Los precios de venta son muy competitivos y suelen arrasar con sectores nacionales que no pueden competir con ellos.

El nivel medio de vida de los chinos en su país y fuera de él no suele ser alto, más bien muy bajo, y debido al peculiar sistema político chino, que gasta 20.000 millones de dólares en educación y 200.000 millones en Defensa, y que ha sido acusado cientos de veces de no respetar las libertades y derechos humanos. A este respecto, se estiman que existen unos cinco millones de personas encarceladas en China, pues su gobierno emplea a menudo el concepto de “subversión del poder estatal” que le permite encarcelar a cualquiera que sea medianamente crítico con el poder, el virus de Wuhan fue tratado con drásticas medidas de confinamiento de la población, a cargo de las policías y el ejército.

Las políticas expansivas diplomáticas, económicas, demográficas y militares han sido constantes desde hace décadas. Con un centro de gravedad económico mundial cerca de sus fronteras con Rusia, se ha hecho con un gran control en la ONU y la OMS, por ejemplo, donde los conceptos de Cambio Climático y Agenda 2030 tienen un color pro chino, con la gama de primarios, secundarios y terciarios. Si China ha comprado medio mundo, sobre todo África Subsahariana y Sudamérica, los mayores índices de pobreza y hambre se encuentran en la primera. Las renuncias y retiradas de los EEUU han sido aprovechadas por China, como en Sudamérica, donde es el principal inversor incluso en la Defensa de muchos de sus países.

Por ello, y como todo este entramado necesita comprar grupos y voluntades en Occidente, existen otros grupos y personas que no están de acuerdo con este tipo de globalización “a la China”. En los EEUU lo representa el “malvado” Trump, y en el resto de países pues simplemente los que se han enterado de la jugada y no les gusta; porque claro, si ello avanza es porque hay muchos, muchos colaboradores que sí les gusta o a saber qué les gusta.