Opinión

Los drogodependientes son enfermos, no viciosos

Es triste y preocupante, pero como profesional de la Psiquiatría tengo que seguir insistiendo en ello. Un drogodependiente es un enfermo, y a veces, un enfermo grave. Y resulta triste insistir porque ello indica el grado de desinformación de la sociedad. Y es preocupante porque, incluso, entre algunos sanitarios, no queda clara la idea de la enfermedad adictiva y confunden en ocasiones los términos de uso, abuso, dependencia e intoxicación. Esto dicho en ciertos medios de gran difusión, además de desacertado técnicamente, es pernicioso e injusto socialmente.

No es lo mismo hablar de uso de sustancias (consumo esporádico, sin que exista repercusiones psicofísicas ni alteraciones conductuales);  abuso de sustancias (consumo excesivo, que produce malestar en el sujeto, creándole situaciones de riesgo, personal, familiar o legal cuando las ingiere); dependencia (necesidad imperiosa psicofísica de ingerir una sustancia, existiendo síndrome de abstinencia si no lo hace, empleando en la ingesta y consecución de la misma gran parte del día y de su esfuerzo); y, por último, intoxicación (síndrome específico que se produce para cada sustancia y que da lugar a alteraciones conductuales, hidroelectrolíticas, metabólicas, etc., a veces, con consecuencias fatales).

Insistir frívolamente en los medios de comunicación sobre conceptos como las toxicomanías, adicciones, malos hábitos, utilizando a veces eufemismos pueriles, medias verdades, mezclando ideas y conceptos, y dejando caer que son “vicios”, es, a mi entender como profesional de la salud mental, no solo patético, sino también arriesgado al estigmatizar una vez mas los trastornos adictivos.

Estos días hemos presenciado cómo un famoso bailarín, Rafael Amargo, ha sido acusado por la Policía de haber cometido presuntamente varios delitos, pero no se ha insistido suficientemente en que también podía ser una persona con problemas psicológicos y ser un posible adicto a sustancias, como dijo una amiga suya, con lenguaje entrecortado y lágrimas en los ojos cuando en directo fue entrevistada en un programa televisivo en el que colaboro habitualmente.

En el caso de Rafael Amargo ha sido mas importante poner esencialmente el acento de su detención en que es el presunto cabecilla de un “grupo criminal” (afirmaciones policiales, por cierto, que el juez no debe tener tan claras al dejarlo en libertad con cargos), en lugar de hacerlo en su posible adicción a sustancias estimulantes.

Lo dicho, una vez más y desgraciadamente, las adicciones a sustancias se ven esencialmente bajo el prisma desenfocado del delito, del vicio, de la depravación y de la inmoralidad, en lugar de hacerlo desde la óptica sanitaria considerándolas lo que son: enfermedades, muchas veces crónicas, duras para el sujeto y su familia y altamente incapacitantes.

Lo esencial es saber por qué se está produciendo un incremento tan significativo del consumo de sustancias legales e ilegales en todos los estratos sociales. Es imprescindible conocer las razones de la intensa y extensa penetración social de las sustancias estimulantes, incluso entre personas maduras y de nivel económico medio. Hay que responsabilizarse de la banalización del uso, abuso y dependencia de la marihuana. Hay que concienciarse de la hipócrita vara de medir, al considerar al alcohol una sustancia no nociva para la salud, cuando cada vez es más patente el daño que produce, sobre todo, entre los más jóvenes.

Los drogodependientes son ante todo enfermos complejos. Nadie se suicida poquito a poco, salvo los que no saben lo que están haciendo y tienen perturbadas sus funciones psíquicas. Las adicciones son, en síntesis, un problema más sanitario que policial, y aplicando solo medidas coercitivas no se soluciona nada, sino que se agrava. Pero es igual, hasta que no nos toca de cerca, la percepción social es muy sencilla: ¡Los adictos solo son unos viciosos y depravados!