Opinión

Universidad. Realidad o ciencia-ficción

En los últimos meses, estamos asistiendo al bombardeo continuo de mensajes, de otra parte, sobre lo que debe hacerse con la maltratada, sufrida y masificada Universidad española.

La cuestión es que todos los que escriben se denominan universitarios y todos coinciden en los puntos “negros”, claros y desgraciadamente comprobados en el tiempo, trascurrido desde la “Chapuza Maravaliana” y sucesivos responsables ministeriales de cualquier ideología. La solución no es fácil si, como de costumbre, se trata de contentar a todos, prescindiendo de los aspectos éticos y lógicos, tan necesarios en una pretendida actualización de los métodos, contenidos, administración y financiación de nuestra Enseñanza Superior.

Quizá parezca y algún progresista me califique de radical. No es mi intención. Es el análisis desapasionado de más de 60 años dedicado a la Universidad, sin contar los dedicados a dos licenciaturas, en Medicina humana y Medicina veterinaria. Nuestra querida institución necesita una reestructuración o reorganización semejante a lo ocurrido años atrás en otras instituciones, rompiendo ciertos complejos para integrarse definitivamente en Europa. Situación que ha sufrido un progresivo proceso degenerativo que se inició con el llamado Plan Bolonia. Los “beneficios” docentes y universitarios se han venido adjudicando, casi en exclusiva, con criterios “endogámico- políticos”, en agradecimiento a servicios prestados dentro del entramado Socio-Académico-Educativo, perfectamente organizado, tras la promulgación de la primera L.R.U.

Se repartieron Cátedras y Titularidades, se crearon Facultades y Universidades, se cedieron Hospitales, se concedieron Proyectos de Investigación. Se concedió mucho y se administró peor el poder en la Universidad. No se tuvieron, ni se tienen en cuenta, las demandas de una sociedad velozmente cambiante, que debía integrarse en Europa necesitando romper con la estructura, napoleónica excesivamente anticuada, de nuestra enseñanza superior, prescindiendo de personalismos y de partidismos. Oportunidades perdidas.

En un abrir y cerrar de ojos, siguiendo una estrategia perfectamente diseñada, se pasó de “La Fiesta Nacional a la Charlotada”, basándose en normas y decretos no siempre ajustados a derecho. Se consolidó una extraña situación, que dura casi 40 años, en claustros y juntas de Facultad. Como si el pensamiento, la razón, la inteligencia y calidad científica pudieran controlarse o “atarse”. ¡Qué cosas! Esta circunstancia se hizo realidad cuando en los objetivos prediseñados coincidieran: agradecimiento y fidelidad hipertróficos, en los diferentes aspectos y variedades que pueden agradecerse las cosas, junto a la bondad exuberantemente intencionada de alguien que aspira a la manipulación política de su profesión o cargo académico.

La circunstancia comprobada de que la mayoría de los votos procedían de los entonces Alumnos, hoy muchos de ellos Rectores/as, Decanos/as o Profesores/as Permanentes, ha expresado una serie de circunstancias patológicas: 1ª. Endogamia. . Planes de estudios sin adecuada distribución de las disciplinas, conduciendo al fracaso de los mismos en corto espacio de tiempo. 3ª. Improvisación del profesorado, muchos de ellos sin conocer y, por supuesto, sin dominar el programa completo que tenían que exponer a sus alumnos. Patologías fácilmente detectables, incluso sin “Aprobar el MIR”, que se han cronificado, con el beneplácito de Decanos y Rectores, junto a la mayoría de los gerentes de hospitales en el caso de las Facultades de Medicina. Quisiera señalar que en estas Facultades, en las de Medicina, existe un aspecto tan fundamental como el docente y el investigador en el desarrollo y evolución de las mismas: el Asistencial.

De este aspecto fundamental, que también es Universitario, no encontramos referencia alguna en los diferentes modelos de la Innovación Universitaria, que se ha planteado a lo largo de los últimos 40 años; ni por parte del Gobierno ni de los que critican a favor y, por supuesto, mucho menos de los que ahora ocupan cargos de responsabilidad académica en las universidades y en los gobiernos nacional y autonómicos. Tampoco en los programas de los próximos rectorables, ¿Qué van a decir estos? Todos tienen la coartada viral. ¿Qué pasará si se les desmonta “la reserva” creada para ellos casi en exclusividad durante 40 años de mediocridad?

La universidad moderna debe abrirse a todos aquellos que sean capaces de aportar algún aspecto del conocimiento científico. Debe incluir normas en su funcionamiento, nunca restrictivas, que permitan la adaptación de los conocimientos y de las personas que los sustentan y los trasmiten, a los cambios necesarios tecnológicos para el progreso de toda sociedad científica y académica para que produzca los beneficios que la sociedad civil demande en cada momento.

Una norma universitaria que mantenga la endogamia; la selección del profesorado se haga sin un control del dominio y conocimiento de la materia a enseñar; sin diseño adecuado de la carrera profesional; sin una selección adecuada y justa de los alumnos; sin la representación adecuada, no controlada, en los órganos de representación y decisión de la Universidad; sin que se convoquen de forma “aséptica” las plazas de profesores, en sus diferentes categorías, impidiendo el bloqueo de su convocatoria, hasta que el “candidato/a” haya obtenido, a través de su máximo responsable docente, la certeza por la cual el tribunal ha sido designado para el afortunado elegido, etc., esta nueva norma Universitaria, podrá ser más o menos consensuada, pero no cubrirá las necesidades demandadas por una Universidad en reconocida crisis y muy lejos de los objetivos europeos. Todo ello acompañado de un generoso presupuesto económico. En palabras de Goethe, la ley puede ser muy poderosa, pero más poderosa es la necesidad de cambio. Esta necesidad, según Cervantes, debe ser guía para utilizar el ingenio.

Mientras puedan formar parte de tribunales miembros que luego van a ser subordinados de los que obtengan la plaza. Mientras puedan formar parte de tribunales miembros con menor categoría académica que el candidato, en mi opinión, eso es “ciencia-ficción”. No se debe denominar, en este caso, a lo que resulte de eso que pretenden sea un “consenso”, de Innovación Universitaria. Ni la ciencia, ni la enseñanza, ni la promoción del profesorado, ni la selección de los alumnos, necesita consenso. Necesitan una continua adaptación a una intensa y rápida evolución, obligada y necesaria, así como a unos niveles de calidad y dedicación cada vez más exigentes y exigibles, en una sociedad que pretende entrar con pleno derecho en todos y cada uno de los actuales avances de las letras las ciencias, el arte y la tecnología.

Sí, esto es así. Aquellos que reclaman mayor autonomía universitaria y mayor libertad de cátedra, la encontrarán y podrán hacer uso de ella si sus capacidades y continuo reciclaje son adecuados para mantener el avance y ritmo evolutivo del conocimiento. Si no, tendrán que recurrir a “pataletas académicas” o puestos administrativos donde, como ahora, esconden sus limitaciones, bajo el Birrete y la Muceta.