Opinión

Fin del 2020, ¿fin de la libertad?

Enhorabuena a todos los que han conseguido llegar a estas fechas sin haber sufrido ningún tipo de infección aguda o mortífera y no sólo de nuestro obligado compañero de viaje, el COVID-19. Enhorabuena también a los que no han perdido ningún familiar, amigo o conocido víctima de lo anterior, aunque es muy posible que haya sido perdido a causa de cualquier otra enfermedad, las de siempre.

Con todo ello y tras el auténtico shock psicológico a escala mundial que ha supuesto ese extraño virus y las medidas cambiantes, contradictorias, pueriles, desconcertantes y demás calificativos que se nos puedan ocurrir, la población aragonesa y en la mayor parte del mundo, y digo la mayor parte, no todos, ha cambiado de fase existencial sin apenas darse cuenta y bajo el inexorable mandato del miedo: a perder la vida, el trabajo, la libertad y lo que en algún momento le haya podido importar. ¿Se han dado cuenta de ello?

Tendremos que celebrar las Navidades de una forma semiclandestina, sin mayor ni menor protagonismo ni alegría de celebración, porque lo que está muriendo es el sentimiento de religiosidad, espiritualidad, humanidad para con los demás, y estamos abriendo las puertas al atomismo social, las explicaciones pseudo filosóficas y culturales enlatadas, y el culto a la “madre Tierra” que, por si alguno aún no lo sabe, tiene varios dueños desde hace años. Cuida el medio ambiente porque alguien lo ha comprado ya.

Nuevas religiones globales asoman por el horizonte, un nuevo concepto de hombre se nos es dado por esas élites que no se dejan ver en demasía, un nuevo modo de ver la vida se nos explica y a la vez exige bajo leyes y códigos. Ya no se salvaguarda la vida con las leyes abortivas, eutanásicas y eugenésicas. ¿De verdad nadie se ha parado a pensar que todo esto es un guion al que una gran parte de la humanidad está abocada a actuar como mero actor secundario?

Las agendas y sus símbolos, siempre circulares, siempre; expuestos en los medios de comunicación, se nos presentan como los grandes dogmas del futuro, las tablas de los nuevos mandamientos que hay que cumplir. Mientras tanto vamos perdiendo libertad, muchos negocios privados son acosados como nunca para conseguir su cierre si aún no lo ha hecho la crisis; muchas coacciones, multas, medidas semanales y demás parafernalia que van reduciendo al ser humano a pura materia desechable e intercambiable, sin más valor.

Enhorabuena entonces a todos los que lo hacen posible, a los que les da igual la realidad y la Historia, las costumbres y la vida, el pensamiento y el debate, lo real y lo inventado, fraudes y democracias liberales. Enhorabuena a todos los que bastante tienen con saber identificar el tipo de pastel que se compran en la panadería de su barrio, llamando a algunos con palabras inventadas, graciosas y “curasanadas”.

A todos ellos, que desconocen el esfuerzo de una formación de calidad, de un trabajo de años, de un espíritu emprendedor, de un amor por su país y su cultura, de un respeto por la Historia y tradición de sus antepasados, disfrutad de las fiestas que queríais; y, al resto… ¡Feliz Navidad!