Opinión

El fin de "Montesolo"

Francisco Javier Aguirre
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Al anochecer el 4 de enero de 2011, hace ahora 10 años justos, decretó la Parca con su inexorable juicio el fin de “Montesolo”. Ocurrió en un pub de entrañable recuerdo, el “Albéniz”, en la calle Cadena, regentado por Abilio Langa y Jorge Berges, donde solíamos reunirnos a cantar o recitar poemas los miembros de “Montesolo”, y otras personas, porque éramos un grupo muy abierto. Aquella noche trágica, el alma de “Montesolo”, Pepe Gastón, se encontraba cantando alegremente junto con Abilio y otros amigos, guitarra en ristre. De golpe, cuando Abilio se disponía a entonar un tanguito, Pepe se desplomó detrás de él, sin una voz, sin un grito. Javier Barreiro, profesor, poeta, escritor y colaborador de esta misma sección, fue también testigo de aquella desgracia frente a la que nada pudieron hacer los especialistas del 112, llamados de inmediato, ni tampoco un ATS que se hallaba por allí e intentó reanimarle.

“Montesolo” había nacido en 1993, de la mano de dos personas relevantes en la cultura aragonesa, dos enamorados de la poesía y de la música, sin ningún afán de protagonismo ni de vanidad informativa. José Antonio Rey del Corral, lamentablemente fallecido en 1995, y José Gastón Sanz, fueron los artífices de una realidad que nació pequeña, sin pretensiones, pero que fue creciendo y englobando bajo la bandera de la poesía cantada a gran número de personas cuya cita completa resultaría interminable. Pero hay que recordar a las dos voces femeninas fundamentales en el grupo, una vez consolidado, que fueron Araceli Cereceda, esposa de Pepe, y Marisé Aguilar.

Los músicos fueron muchos, todos generosamente partícipes de la iniciativa. Bastará con citar algunos nombres que representaban para Pepe Gastón la garantía de un buen soporte musical y que él denominaba “los de Huesca”: Ricardo Constante –también poeta– y Manuel Franco.  Además del ya nombrado Jorge Berges, hicieron aportaciones importantes, en las sucesivas etapas de “Montesolo”, Alberto Pueyo “Tolo”, Carolina García, Arturo Hortas, José Luis y Carlos Ochoa, Jorge Ramón, Carlos y Lorenzo Montull, Alicia Barbod, Quique Muñoz, Agustín Alegre, Alfredo Manzano y José Luis Romeo, contando también el grupo con el apoyo puntual de José Antonio Labordeta, Joaquín Carbonell, Ángel Petisme, María Pérez Collados, Elena Rubio, María José Hernández, Ludmila Mercerón y Gabriel Sopeña, entre quienes tenían ya su propia trayectoria artística consolidada.

Y queda el capítulo de los poetas y escritores propios, además de los técnicos de apoyo. A partir de Rey del Corral, cuyo espíritu siempre guió a “Montesolo” (se realizó un libro-disco monográfico en su memoria), descolló Emilio Gastón, hermano mayor de Pepe y primer Justicia de Aragón al llegar la democracia, sin olvidar a José Antonio Román Ledo, autor de un precioso apólogo al Moncayo, el “monte solo” que era el icono del grupo. Y a Pepe Gastón, que estaba en todo, y algunos más.

Entre los declamadores y rapsodas, el prodigioso Eduardo González –también cantante–, uno de los pilares organizativos del grupo, la expresiva Geles Viñes, el incombustible poeta chileno Rolando Mix, el rapsoda Víctor Jerez, que se desplazaba desde Barcelona cuando los recitales requerían su presencia, el escenógrafo Pepe Peña, y también los técnicos de sonido, como Diego Sánchez, todos formando un variado conjunto de enamorados de la poesía cantada, que en eso consistió “Montesolo” hasta su disolución, hace diez años, al fallecer  Pepe Gastón, que no solo era su cabeza visible, sino también su alma inmortal.