Opinión

La vida simple

Francisco Javier Aguirre
photo_camera Francisco Javier Aguirre

Es el título de uno de los libros escritos a lo largo de su larga trayectoria por Carlos Fresneda (Madrid, 1963), uno de los periodistas más implicados en la lucha contra los efectos del cambio climático. Apareció hace más de 20 años y en él afirmaba el acreditado activista medioambiental que “la ambición, el dinero y el éxito ya no se llevan”. Añadía que “la solidaridad, la simplicidad y la conciencia ecológica son los nuevos valores en alza”. El subtítulo del libro dice lo siguiente: ‘De los excesos de la sociedad de consumo a la busca de nuevos estilos de vida’. Y el resumen de su filosofía ecológica es que la simplicidad voluntaria conduce a un estilo de vida en el que no son necesarios ni tantos objetos ni tanto avance tecnológico.

Carlos Fresneda conoce bien el mundo contemporáneo y ha residido en países tan avanzados como los Estados Unidos e Inglaterra. Según sus predicciones, apoyadas en datos estadísticos fruto de su propia investigación, en 2005 habría al menos un 15 % de la población de los países industrializados que abrazaría el nuevo credo, es decir el de la vida simple. Volviendo a resumir su filosofía, según los datos del Trends Institute de Rhinebeck, la nueva medida del éxito no sería la prosperidad material, sino el desarrollo personal y el cultivo de las relaciones afectivas.

Hermosos pronósticos y estimulantes propósitos bien intencionados de un periodista que se desplaza en bicicleta, compra productos de proximidad en mercados ecológicos, y hasta señala en su libro datos concretos de poblaciones que en los Estados Unidos han implantado un modelo de vida sostenible, pequeñas comunidades que pueden presumir de haber cerrado establecimientos de una gran cadena multinacional de comida rápida, aunque sospechosamente perjudicial para la salud.

Transcurridos más de 20 años de este pronóstico (el libro fue publicado en 1998), nos encontramos en una situación muy alejada de la prevista y propuesta vida simple. Basta echar un vistazo alrededor y hacer un cálculo de nuestro estilo de vida. Me refiero al de la mayoría de las personas situadas en los estratos medios de la sociedad (nada que hacer con las clases altas), para lamentar que los pronósticos no se hayan cumplido. Al menos de forma voluntaria.

Porque, tal vez, las consecuencias de la pandemia vayan a obligar a la mayor parte de la población sensata a reflexionar sobre la deriva de nuestra sociedad y a considerar las ventajas de un futuro guiado por los elementos de una vida simple.