Opinión

Entre el miedo y la esperanza

Acabamos de dejar atrás la cuesta de enero y seguimos en la incertidumbre de esta pandemia que parece el cuento de nunca acabar. Da la impresión de que el 2021 no nos ha aportado prácticamente nada nuevo, excepto el inicio de un proceso de vacunación, que se está convirtiendo en una lenta carrera de obstáculos. En el caso de Aragón, parece que estamos ya en la meseta de una cuarta ola y, a pesar de los dolorosos fallecimientos por el Covid-19, se empieza a ver una pequeña luz al final del túnel.  Es precisamente esa luz la que tiene que transformar el miedo en esperanza, el pesimismo en optimismo, las predicciones negativas de los agoreros en talantes positivos más realistas. Porque está claro –y eso opina la mayoría de los ciudadanos– que hay que afrontar la situación con medidas sensatas, eficientes y proporcionadas, de acuerdo con las instrucciones de las autoridades sanitarias.

Hay que valorar, ante todo, la labor de los profesionales de la Sanidad y hay que hacer todo lo posible para evitar el colapso hospitalario. Pero hay que intentar buscar un equilibrio entre la salud física, la salud mental y la economía. ¿Se imaginan un confinamiento drástico como el de marzo de 2020? ¿Han valorado el daño psicológico y social que puede suponer un nuevo arresto domiciliario? Seguramente no. Porque en ocasiones nos dejamos llevar por impulsos y no reservamos un momento para una reflexión más serena y sosegada. Todos somos conscientes de que el virus sigue con nosotros y  que hay que adoptar las medidas adecuadas para evitar nuevos contagios. Pero habría que dar un toque de atención a aquellos que en los medios de comunicación o en las redes sociales siembran un día sí y otro también un pánico injustificado. Porque llega un momento en que las noticias siempre giran en torno a un único y obsesivo tema. Y hay otras cuestiones que no se pueden dejar de lado.

¿Se imaginan que nos informaran todos los días del número de suicidios acaecidos en España? ¿Se imaginan que nos recordaran semana tras semana los fallecimientos por cáncer o por enfermedades del corazón? Pues eso es lo que está ocurriendo con la sobreinformación de la pandemia. Y no se trata de ocultar esta situación tan dolorosa. Pero habría que inculcar al ciudadano una dosis de optimismo apelando, eso sí, a su responsabilidad. No se consigue nada con el miedo, la amenaza o  dibujando el panorama de un futuro negro. Es mejor potenciar la esperanza, educar en la resiliencia y adoptar una actitud optimista ante la vida. Porque la medicina más eficaz para elevar el ánimo y ahuyentar la tristeza es valorar la actitud de todos los ciudadanos que trabajan día y noche para atender a los más vulnerables, es centrar la atención en cómo afrontan la pandemia los más pequeños y cómo se comportan en las aulas, es valorar la alegría interior de los mayores y sus ganas de vivir, es mirarse en el espejo de otros países como Australia, que están logrando vencer el virus.

Algunos ya dan el año 2021 por perdido. Pero está claro que no se puede pasar del blanco al negro continuamente. Hay que huir de la polarización y elegir el camino de la ética. Porque el miedo no conduce a ninguna parte. Eso sí, habrá que confiar en las vacunas y en su eficacia a corto y medio plazo. Después de un año del Covid-19, se perfila en el horizonte un rayo verde de esperanza, como esta primavera anticipada que nos ha regalado enero en sus últimos días.