Opinión

Una lágrima por Jánovas

En estos tiempos de penuria e incertidumbre, en estos momentos en los que la llamada España vacía (o vaciada) parece estar, por fin, en la agenda de algunos representantes políticos, vuelve a la actualidad el problema de los pueblos deshabitados del Pirineo. Algunos de ellos, como Jánovas, se han convertido en símbolo de una despoblación forzosa. En 1951 se presentó un proyecto de la empresa Iberduero para el futuro pantano y en los años 60 comenzó el éxodo de algunos vecinos del pueblo. Y ese abandono forzado fue definitivo en 1984. Dos décadas después, se descartó la construcción del pantano, se optó por una reversión del proyecto y se abrió la puerta al regreso de algunos vecinos para reconstruir sus casas y volver, en cierto modo, a dar vida a este pueblo, amenazado por un pantano fantasma.

Son varios los libros, publicaciones y reportajes sobre Jánovas y su inexplicable expropiación. Entre otros, tiene especial relevancia el ensayo Jánovas, un pantano de papel, publicado en 2002 por Marisancho Menjón. Hoy quiero destacar, por su fuerza narrativa y por su implicación en los hechos, la última publicación sobre esta triste y desafortunada intrahistoria: la novela “Me enamoró una lágrima”, de la escritora Clara Fuertes, que ha visto la luz en octubre 2020, en plena ola del coronavirus. En ella toman protagonismo Paquita –Francisca Castillo–, personaje real, y Siena, personaje de ficción, alter ego de la autora. Es una excelente novela, muy bien documentada y basada en su mayor parte en hechos reales. La autora narra en primera persona su primer viaje a Jánovas, a raíz del visionado de la entrevista de Jordi Évole en el programa Salvados a la última superviviente del pueblo, Francisca Castillo, recientemente fallecida. Este “pueblo fantasma pintado de verde” y abandonado “en un silencio extraño cargado de tristeza” acoge a la joven protagonista con su estela de recuerdos y sus ruinas agrisadas.

Porque la historia de Jánovas, ese primer aldabonazo insoslayable de hace ya setenta años, le llega al lector a través de los recuerdos de Paquita, la última superviviente, la única que luchó por su casa y por los suyos, antes de ser obligada bajo amenazas a dejar para siempre el pueblo que le vio nacer. Sus recuerdos se remontan a los bombardeos durante la guerra civil, cuando solo tenía 9 años. Huida a Francia, desgarro familiar, hambre, frío y miedo. Un rosario de recuerdos intenta llenar el oscuro hueco de la ausencia y la desolación. Unos meses de acampada en soledad, a orillas del río Ara, allanan el camino para unir a dos vidas y enlazar el pasado con el presente. Siena se mete en la piel de Paquita y manifiesta su rebeldía contra una situación kafkiana, ya que nadie ha sido capaz de solucionar el problema hasta hoy, cuando algunos vecinos intentan, con mucho esfuerzo, recuperar algunas de sus antiguas propiedades.

La lectura de la novela de Clara Fuertes es como un trampolín desde el que uno puede lanzarse a bucear en la historia de un gran fracaso y de una gran decepción. Una historia que todavía se prolonga y que muestra un pequeño hilo de esperanza, a pesar de las lágrimas, a pesar de las ausencias, a pesar del pozo oscuro de la soledad. Así lo manifiesta la autora al final de la novela: “Es cierto, la vida ha vuelto al valle. A Jánovas. ¡Bienvenida sea!”