Opinión

El acto patriótico de Iglesias

Enrique Guillen Pardos
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Para la Coordinadora General de Podemos Aragón, Maru Díaz, la decisión de abandonar la Vicepresidencia Segunda del Gobierno de España, tomada por su líder Pablo Iglesias para ser candidato de Unidas Podemos en las Elecciones autonómicas de Madrid, ha sido un acto patriótico y heroico de defensa de los valores constitucionales. Por algo escribió Campoamor que “en este mundo traidor/nada es verdad ni mentira/todo es según el color/del cristal con que se mira”. Y, antes, Shakespeare había puesto en boca de Hamlet: “No hay nada bueno ni malo, pero pensar lo hace [ver] así”.

De hecho, la mayoría de los medios de comunicación han leído ese salto político de Pablo Iglesias como un intento de evitar que Unidas Podemos quede fuera de la Asamblea de Madrid tras esas Elecciones. En la convocatoria de 2019 apenas obtuvo el 5,5 % de los votos y las tres encuestas publicadas el pasado fin de semana dan a esa formación un porcentaje de voto inferior al 5 % que se necesita, como mínimo, para poder obtener representación parlamentaria. Aunque caben otras muchas valoraciones, gran parte del valor moral de su decisión descansa en si busca salvar a la democracia española de la derecha criminal, en palabras del propio Iglesias, o reflotar Unidas Podemos antes de que se hunda electoralmente en Madrid.

Joseph Fouché, el camaleón político capaz de sobrevivir a la Convención (Robespierre), el Directorio (Barras), el Imperio (Napoleón) e, incluso, la Restauración (Luis XVIII), veía la política como la moral de las circunstancias. En Fouché, retrato de un hombre político, Stefan Zweig lo dibuja sagaz en adivinar el trazo que tomará cada ruptura revolucionaria y capaz de mantener su ambigua posición hasta ese momento. Pero, sobre todo, lo muestra como un maestro de la información y propaganda en su eficaz ejercicio como Ministro de la Policía o en cualquier otro encargo.

Iglesias apenas ha sido Vicepresidente Segundo del Gobierno durante año y medio, pero ha logrado en ese tiempo una visibilidad política para sí y su proyecto político muy superior a la esperable de sus cinco miembros del Gabinete. Supo aparecer como el salvador de los Presupuestos Generales del Estado para 2021, formulándose como la conexión con los grupos parlamentarios a la izquierda del PSOE. Su defensa de los independentistas desde la moción de censura lo ha hecho tan odiado entre el centro derecha como atractivo para la izquierda.  Ha personalizado las grandes apuestas sociales del Gobierno, desde el Ingreso Mínimo Vital hasta los 7.000 millones de ayudas directas a las empresas por la pandemia, y en general se ha manejado con habilidad extrema en la comunicación y los debates públicos, para desesperación incluso de sus homólogos socialistas.

A todo esto ha renunciado para saltar a un mercado electoral más pequeño, el de Madrid. A su compromiso con los oprimidos de España o con quienes no se ven representados en el Régimen de 1978 ha dejado paso a la búsqueda de un tú a tú con Ayuso que está por ver si logrará. De momento, Más Madrid no parece proclive a sacrificar su ventaja competitiva a mayor gloria de Iglesias. Ya se ha visto que al PP le va bien reducir esa batalla electoral al dualismo comunismo o libertad, hilo que, con toda probabilidad, prolongarán los antiguos contertulios de La Tuerka. Sobre todo, porque dificulta el manejo del PSOE…y de VOX. Aun así, este giro político de Iglesias parece dejar más cerca el final de su liderazgo en Podemos que la refundación de la izquierda.

La política española lleva ya varios años en manos de una generación más joven, en su mayoría con escasa trayectoria profesional y un ascenso rápido dentro de sus partidos. Si la transición abundó en negociación, mesura y confrontación regulada, esta nueva etapa trae osadía, egotismo y combates muy agrios, a veces frentistas. Por el camino se ha perdido también la ideología como un sistema cuajado de ideas que guían la acción y el proyecto político, además de interpretar la realidad. En su lugar, lucen brillantes los ideologemas que reducen simplistamente la complejidad de los problemas en una frase fácil de repetir o recordar, aunque implique un pensar dogmático y empobrecido, cuando no excluyente.

Por ese camino la democracia y los partidos políticos vienen perdiendo credibilidad y confianza entre los españoles, según detallan todas las encuestas. Este episodio, desde las prisas del PP por eliminar a Ciudadanos hasta la moción de censura de Murcia, la convocatoria de elecciones en Madrid y la dimisión de Pablo Iglesias, ahondará muy probablemente ese rechazo social hacia una clase política que mira el mundo a través de sus ojos e intereses, a la vez que quieren hacer creer a la gente que lo hacen por su bien.  Aun en esa lógica sonroja que un intento extremo por salvar el futuro de un partido se vista de patriotismo.