Opinión

Centenario de Sajarov: la dimensión ética de la ciencia

Durante los años tensos de la guerra fría, el físico nuclear ruso Andrei Sajarov se dio a conocer por sus investigaciones sobre la bomba de hidrógeno. Tiempo después, la reflexión sobre su trabajo al servicio del poderío nuclear soviético le llevaría a un posicionamiento crítico con el régimen, y abogar por la reducción de armamento. El centenario de su nacimiento en Moscú, en mayo de 1921, trae al primer plano una vida llena de contrastes. Hijo de un profesor de física, su altura intelectual le llevó pronto a puestos clave en la URSS. A los 31 años era ya miembro de la Academia de Ciencias soviética. Su legado tiene también una dimensión ética. Ha sido reconocida por el Parlamento Europeo, que desde 1988 concede el premio Sajarov a la libertad de conciencia. Un sucedido explica su compromiso con este aspecto de la ciencia: ¿hasta qué punto un científico puede desligar su trabajo de las consecuencias que tienen para la humanidad?

En los años cincuenta, al finalizar un ensayo termonuclear se ofreció un banquete a los que habían participado en el experimento. Sajarov levantó la copa para brindar por el éxito alcanzado. Aprovechó para manifestar la esperanza de que las armas soviéticas nunca llegasen a explotar sobre las ciudades. En la respuesta, el oficial a cargo de la prueba puntualizó que la misión de los científicos era mejorar las armas, y no decidir cómo se debían emplear. Su inteligencia no era competente en este aspecto. El episodio fue objeto de un comentario, años después, en la Academia de Ciencias Morales y Políticas de París. Andrei Sajarov fue miembro asociado extranjero de la prestigiosa institución hasta su muerte, en 1989. Considerado uno de los intelectuales más destacados de Europa, Joseph Ratzinger fue elegido para ocupar el escaño del científico fallecido. Fiel a la tradición, en el discurso de ingreso el nuevo miembro hizo una glosa de su predecesor. Citó unas significativas palabras de Sajarov: “Ningún hombre puede rechazar su parte de responsabilidad en aquellos asuntos de los que depende la existencia de la humanidad” (Mein land und die Welt, p.82).  En su respuesta al brindis, el oficial había negado -seguramente sin ser consciente, matizó Ratzinger- la moral como aspecto en el que, por la condición de seres libres, todas las personas somos competentes. Aquel episodio fue el inicio del compromiso con la responsabilidad ética de la ciencia que el científico mantuvo hasta su muerte.

A partir de ese momento Sajarov experimentó el rechazo del régimen soviético, con el que rompió definitivamente en 1968. Tras ser despedido de la cátedra científica, dedicó su vida a reivindicar un progreso respetuoso de la persona. En 1975, la concesión del Nobel de la paz constituyó el primer homenaje mundial a su lucha. No le fue permitido viajar para recoger el premio. ‘Paz, progreso y derechos humanos’ son las primeras palabras del discurso redactado para la ocasión, que leyó por su esposa. Recluido en 1980 por el KGB en la ciudad de Gorki, cerrada para extranjeros, fue liberado seis años después, como consecuencia de la perestroika y la glasnost impulsadas por el nuevo líder soviético, Mijaíl Gorbachov. Recuperó también sus derechos en la Academia de Ciencias.

Durante el primer año de aislamiento en Gorki hizo llegar a la revista Physics Today un artículo con algunas reflexiones: “Por el carácter internacional de nuestra profesión, los científicos formamos la única comunidad mundial que existe hoy en día. (…) Pero de modo inevitable la integración de la comunidad científica ha ido más allá de los intereses estrictamente profesionales, y hoy abarca un amplio campo de cuestiones, incluidas las de carácter ético”. Los avances de la ciencia ofrecen grandes oportunidades, y “los científicos y académicos no podemos fallar en pensar sobre los peligros que acecha un progreso incontrolado”. Menciona algunos ámbitos a los que, en su opinión, conviene dedicar atención: “la energía nuclear, cuanto se refiere a la explosión demográfica, la ingeniería genética, así como la regulación de la industria para proteger el medio ambiente, el cuidado de la calidad del aire, la flora y la fauna, los ríos, lagos y océanos”.

La vida del científico ruso tuvo también una vertiente política. En 1989 obtuvo un escaño en el Congreso de los Diputados del Pueblo de la URSS. Su última intervención desde la tribuna fue un enfrentamiento con Gorbachov, a quien recriminó la lentitud de las reformas emprendidas.  Cuarenta y ocho horas después, el símbolo de la disidencia soviética fallecía de un ataque al corazón. La intuición de Andrei Sajarov, defendida con tesón, es que la competencia técnica y la moral son complementarias, y no antagónicas, ni sujetas a la conveniencia. Su disposición a escuchar la conciencia, aún a riesgo del sufrimiento, continúa siendo un mensaje que no ha perdido actualidad.