Opinión

Pero, ¿qué es esto?

Sucedió hace pocos días. Accedía, como cualquier mañana, al entorno laboral de joya patrimonial que me cobija felizmente. Junto a mí pasó una pareja de turistas. Acababan de atravesar el umbral para llegar al patio más famoso de la Aljafería. Y en ese mismo instante, brotó de los labios de la mujer una expresión que es la que figura en el título de esta tribuna. La contemplación de la escena había provocado esta reacción, mezcla de sorpresa, causada por el impacto de la belleza encontrada, e incredulidad, fruto del desconocimiento o de la falta de expectativas. Y esta reacción produjo, también en mí, una cierta conmoción. Al hilo, eso sí, de la sorprendente realidad con la que, día sí y día también, no dejamos de toparnos, incluso de bruces. Y no necesariamente, por desgracia, me refiero a una realidad impregnada de belleza, sino a esa realidad cotidiana que nos envuelve, mezcla de todo lo posible y azaroso, y también de todo aquello que nos empeñamos en construir sin reparar en materiales.

Y me pareció una reacción necesaria, esta de preguntarnos por todo lo que se nos presenta o aparece. Tal vez, porque abrigue la sensación de que nos preguntamos muy poco por las cosas. Y por sus causas. Incluso si no nos aparecen de forma sorprendente. Porque lo extraordinario reclama más nuestra atención. Mientras que lo cotidiano, o lo que en tal hemos convertido por costumbre o dejación, nos puede pasar más inadvertido.

Hasta que se produce ese chispazo del momento oportuno, propicio, para despertar esa conmoción que cuestiona el estado de las cosas, y provoca la apertura a lo nuevo por diferente, o a lo nuevo por descubrir.

Creo que nos encontramos en ese momento de la historia. Muy adecuado para promover este tipo de experiencia. Porque la necesitamos para redescubrir la realidad y también para redescubrirnos a nosotros mismos. La realidad, porque a base de interpretaciones ajenas e interesadas, se ha convertido en la gran desconocida, cuando no la distópica permanente. Y nosotros, porque somos sujetos únicos e irrepetibles, personas con capacidad para pensar, aunque nuestra existencia peligre por ello. Y en ese hacernos preguntas al estilo del título de esta columna, nos cuestionamos lo real para ser capaces de la construcción de una nueva realidad.