Opinión

Crisis demográfica, familia y planes para 2050

El Instituto Nacional de Estadística ha difundido a mediados de junio una nota sobre la situación demográfica de España. Entre los datos de 2020 llaman especialmente la atención la mayor caída de la natalidad desde la Guerra Civil y el saldo negativo entre nacimientos y defunciones: 153.167 personas. Los nacimientos comenzaron a descender a partir de la crisis de 2008, y en la última década bajan un 27%. Aunque desde 2017 la suma de nacimientos y defunciones presenta un saldo negativo, la crisis del coronavirus ha empeorado la situación: han nacido 339.000 niños, 21.411 menos que en 2019. La tendencia a la baja se ha incrementado con la crisis, pero tiene carácter estructural. Entre otros factores, cada vez es menor el número de mujeres en edad fértil y se retrasa más la maternidad.

Los datos del INE han disparado la alarma. Su proyección a medio y largo plazo tiene efectos preocupantes. Urge tomar decisiones. En el Plan España 2050, presentado el 20 de mayo, el Gobierno reconoce la necesidad de actuar “más allá del presente inmediato, y profundizar sobre los retos y oportunidades que traerán las próximas décadas”. Ante la delicada situación demográfica presentada por el INE, he buscado en el plan 2050 las referencias a la natalidad, y me he llevado una sorpresa: en las 678 páginas solo hay 14 menciones, y el análisis queda envuelto en cierta resignación. El documento concreta nueve desafíos: “Mejorar la productividad, conquistar la vanguardia educativa, mejorar la formación de la sociedad, avanzar en la desaparición del carbono, preparar el estado de bienestar para una sociedad más longeva, resolver deficiencias del mercado de trabajo y reducir la pobreza y la desigualdad, así como reactivar el ascensor y ampliar las bases del bienestar futuro”. La cuestión demográfica queda fuera de las prioridades.

La estrategia 2050 presentada a la opinión pública se basa en las prioridades de Erostat, que “no asumen grandes mejoras ni en la tasa de natalidad ni en el saldo migratorio, por lo que resultan más adecuadas para diseñar una estrategia conservadora” (p. 411). La esperanza de vida de la población española seguirá aumentando, y “provocará un fuerte envejecimiento de nuestra pirámide demográfica” (p. 17). ¿Se puede hacer algo para invertir la tendencia? La opinión del Gobierno es que “ni las posibles mejoras en la tasa de natalidad, ni un potencial incremento de la inmigración, podrán revertir completamente este escenario” (p. 203). Las proyecciones demográficas asumen una mejora de la tasa de fecundidad, pasan de 1,2 hijos por mujer actuales a los 1,4 en 2050 pero “no parece probable (…) que esta tasa vaya a aumentar mucho más y, en cualquier caso, no lo suficiente como para llegar al índice de reemplazo poblacional. Tampoco se espera un aumento agregado de la natalidad” (p. 220). No se percibe ambición para hacer frente a esta cuestión fundamental con una estrategia a medio y largo plazo.

En un intento de abrir los ojos a la sociedad, quizá poco consciente de la gravedad de la situación, la escritora Ana Iris Simón, autora de ‘Feria’, fenómeno literario que va por la octava edición, no desaprovechó la oportunidad que le ofrecía la presentación en Moncloa de la estrategia ‘Pueblos con futuro’. Días después de la puesta en escena del Plan España 2050 fue invitada a pronunciar unas palabras en el acto en el que se abordaba el reto demográfico. En presencia del presidente y miembros del Gobierno, la escritora manchega hizo un alegato a favor de la familia: “Está muy bien ayudar a empresas ecológicas y ponerle wifis al campo. Pero no habrá agenda 2030 ni plan 2050 si en 2021 no hay techo para las placas solares porque no tenemos casas, ni niños que se conecten al wifi porque no tenemos hijos”. Compartió su experiencia: “Con 28 años he vivido tres ERES y mi contrato temporal finaliza dos días después de la fecha programada para mi primer parto. No tengo coche ni hipoteca, porque no puedo. Así que, si realmente quieren plantarle cara al reto demográfico apuesten por las familias”.

Cualquier país que tome en serio el desarrollo económico y social debería cuantificar la aportación de las familias, y fomentarla con medidas de apoyo. Una población envejecida es menos emprendedora que los jóvenes, con nuevas ideas y más capacidad para la innovación y el desarrollo. Las medidas estratégicas sobre conciliación, de apoyo a la maternidad, en materia fiscal, ayuda a la dependencia, etc. no pueden condicionarse por razones coyunturales. Deberíamos consolidar un ambiente económico, social y cultural favorable al reconocimiento de la familia como elemento esencial de la sociedad. Supone definir objetivos y concretar instrumentos para su realización. Las medidas han de nacer del convencimiento de que sin la familia no habrá crecimiento económico sostenido, y es más difícil la estabilidad y cohesión social. Razón suficiente para ocupar unas cuantas páginas en cualquier plan estratégico de futuro.