Opinión

El sol del membrillo

Vuelta a los colegios e institutos, a las extraescolares con otros aforos, a la actividad casi total sin que se vislumbre que a final de octubre suframos una orden de confinamiento municipal o provincial como la del año pasado.

Los aragoneses volveremos a disfrutar del sol y fruta del verdadero verano, que son los veranillos superadas las primeras aguas y cierzos, necesarios para que haya tempero y sembrar colza y ordio.

De volver a los bosques en octubre a hacer momiji –en Japón se trata de salir para disfrutar de las hojas doradas y rojas hasta cuando se caigan-, cazar setas y comerlas en revuelto o simplemente fritas en mezcla de aceite y mantequilla de Soria las más nobles. O asadas brevemente con sarmientos y rematadas con sal gorda y aceites del Somontano.

Salvadas las viñas y carrascas truferas de un verano bastante seco por tormentas o riego, es tiempo de que maduren las túber y se coseche, como ya se está haciendo, el fundamento de otra añada con buenas expectativas.

Verano de récord de ocupación en la montaña por turismo interior y veraneantes con raíces en los lugares, cada mochuelo familiar ha vuelto a su olivo de extraescolares, ocupación permanente y llevar del ramal a los zagales y devolución del territorio, para lo que empieza a ser crucial el cierre de las piscinas en todo pueblo que las tenga. Y del bar para pegar la hebra los padres en tranquilidad.

Se avecina la ocupación de los montes por cazadores del país o arrendatarios y por el personal que se vaya a dar baños de bosque con final feliz de comerse una lasca de pan con aceite, ajo y sal a la brasa de bar o segunda residencia. En esta ocasión esa vida se mantendrá y la hostelería que en ella se fundamenta, camino de la temporada de nieve y Candanchú.

Mi época preferida del año con la floración la refleja la paciencia en la maestría de Antonio López, tanto como la de Víctor Erice, tamizando la luz necesaria para avanzar a pocas pinceladas diarias su cuadro denominado: “El sol del membrillo”. Ejecutado verso a verso durante años, esperando esa luz brillante pero más pastel del tiempo que nos ocupa.

Que es más un tiempo de silencio, de pérdida de prisa en la vida no urbana, de despejarse de la pesadilla de verlo todo lleno sin más… Siempre os quedarán las tirolinas.