Opinión

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Fue por confesión propia el número récord de alumnos que llegó a tener en clase el profesor de matemáticas y fraile, Santiago Serrano. Impartía en el Colegio concertado con el peor plinton del mundo de Franciscanos Barrio Jesús. De esas ratios vinieron ciertos lodos, los de los alumnos listos y sagaces criados por ellos y rematados por la vida.

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Fueron las horas que nos dedicaron cada fin de semana, organizando un salón de juegos y torneos de fútbol sala que son efímeros, como todo lo es. Pero fueron actividades donde no parábamos de reírnos (y en que no pensábamos más que en maldades, también).

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Eran los días de verano que me pasaba en mi pueblo con mis abuelos analfabetos. Deprimido singular sin diagnosticar cada septiembre cuando me daba la hostia de tener que volver a ver a mis colegas de ribazo y cigarro Kruger. Como tengo esa sensibilidad, llamadme loco pero es una cosa que aún percibo que pasa cuando se echa el cierre a la última piscina del último pueblo de Gúdar o Sobrarbe.

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Eran las vueltas que daba el compañero y amigo aún hoy del primero, este sí que es Padre y se llama Ramón María Cobo, en el campo de fútbol de piedras sin allanar y charco del copón en medio, descalzo. En invierno salía de la niebla con su calva rodeada por un aura de vapor y fósforo. Hoy de todo eso no quedan ni los “mistos”: bueno, sí, una piscina privada con tres pisos con cristaleras que terminarán en verano pa que nos vean desde enfrente.

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Eran las palmeras de la camisa que llevaba el otro día el padre Cobo cuando nos reunimos con él 5,7 de sus antiguos alumnos: una hawaiana canaria en azul y amarillo pío pío  que equivale al número de misas que tiene que seguir dando al mes en Las Palmas: Para esa parroquianos más devotos que en la Zaragoza o Valencia donde ha pasado su vida y que anuncian América, teología de la liberación y al Papa Francisco (con mojo). Estamos seguros de que le habrán recibido como el santo advenimiento y le quieren como si fuera un Vinicius junior de la vida. Cuando llegó sin conocer a nadie.

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Hechos de los Apóstoles, 7: 57, Martirio de Esteban: “Entonces ellos gritaron a gran voz, y tapándose los oídos arremetieron a una contra él.”

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Seguramente serían los tapones de corcho de muestra que el padre del padre Cobo debió tener en su casa de Mérida, cuando le nombraron algo así como gerente de la fábrica de la época para transformar y vender con destino Burdeos y Borgoña las capas de epidermis de los alcornoques de la sierra de San Pedro, cercana al puente de Alcántara. Tras 48 de relación, el otro día le empecé a preguntar por su vida, ya veis. Quiero decir, la que no conozco siempre al servicio de los demás.

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Son los pases que pueden dar sin que los otros huelan la bola los jugadores canarios Pedri y Yéeeeeremi Pino (nombre anabaptista donde los hubo), de los que el padre Ramón se ha hecho fan. Siempre mudando la piel como él sólo sabe por su capacidad de sentir y escuchar, más que de oír y cuidar a sus feligreses. Lo último lo logra por consecuencia.

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Segundos tenían que inspirar aire para, tanto ellos como otros: el barcelonés padre Juan María Domenech, el valenciano Fermín Gregorí, el bilbilitano Andrés de las Heras, el ciudadano del mundo Alberto Carmona, tener que aguantar el chorreo que les caía cada mañana sin mayores percances, que no los hubo. El coqueto último padre sigue estando a sus provectos 90 en perfecto estado de revista y contaba en su ropero con más camisas de colores que un muestrario o película de Almodóvar, no sé si 57 pero lo parecía.

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Y ayer lo medí, son los pasos largos entre el solar del difunto colegio franciscano del Camino del Vado y aquel Puente de Hierro abarrotado de autobuses y coches. De tres carriles, como el de piedra y barandillas pafuera o dobladas por caída, entonces gris contaminación y uniforme de madero y hoy desconchado de los colores que le enjaretaron por votación popular, los del Real Zaragoza.  A la izquierda estaba Pikolín first pero se demolió tras reclasificación: no por un outlet sino para que Castillo levantara dos edificios blancos premiados, con planta de buque. El  muestrario del colchonero recuerdo que tenía más de 50 modelos.

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Y más son los errores cometidos por cualquier grupo u organización humana que obligue a sus componentes a decisiones en cumplimiento de votos como el de obediencia, el de pobreza o el de castidad que arrasen con vuestras propias vidas.

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El año 57 lo cambió todo y empezó a correr el dinero, se dice en Berdún. Los pastores ya emigraban a América en avión hasta las Vegas y les esperaba una de esas camionetas Ford F-100 que convierten en submarinos nucleares en Gas Monkey Garaje, sita en esa otra Zaragoza que es la tejana Dallas.

57 + 9 o 10

Quien esto suscribe y el grupo de especialistas en todos los alambres que educaron estos increíbles sujetos (y luego curas o casi) nacimos  unos 10 años más tarde y hemos pasado del neolítico al otro neolítico (el que depende de pilas y de que no se agote el litio, elemento químico no usado por los escultores que conmueven y que en este país cambiamos por un buen pedrusco de alabastro).

Otros tendréis otros números, ahora testaréis menos por ley en clase aunque vuestros padres y, ya les hubiera gustado a vuestros abuelos, sí se acuerdan del 57 y aún más del 64, la cara de tu retrato. Al 69 llegamos tarde aunque todo se arregló después, no digamos ellos que hacían el amor con la mirada en pasodobles y que corra el aire.

Pero la mía y la de muchos es una historia ligada a este número. Ni mágico ni no, el nuestro.