Opinión

La pretensión obstinada por quebrar el saber

La división política y el enfrentamiento entre partidos golpean y castigan reiteradamente, en el ámbito educativo, la formación en la pubertad. Lejos de alcanzar una pedagogía consensuada que fomente el saber, el Gobierno de la nación se decanta por debilitar el desarrollo integral de la adolescencia. Hablamos de la ley Celáa (LOMLOE), en virtud de la cual, la asignatura de Filosofía desaparece como ineludible en la Educación Secundaria Obligatoria (E.S.O.), exceptuándola como optativa en 4º curso; pero, eso sí, al arbitrio de las Comunidades Autónomas.

Uno de los pilares básicos y fundamentales de cualquier sociedad democráticamente responsable, como es la educación, no debe ser eclipsado por el arrastre hacia la mediocridad y el mínimo esfuerzo. Aquella, como seña de identidad que según sea tratada hace florecer el prestigio o hundir el crédito, vuelve a ser materia dúctil y maleable en manos de un poder tendencioso y solapadamente autoritario. Con el craso error de transferir esta competencia al claustro autonómico, no ha dejado de sucederse un cúmulo de agresiones impropias, sectarias y extremas, conducentes a menoscabar el ejercicio de la inteligencia humana.

De nuevo podemos contemplar un sesgo inicuo en el área educativa, advertido dentro del panorama nacional. No estudiar lo mismo en cualquier punto cardinal del país, nos debe llevar a reflexionar acerca de qué tipo de integridad personal y de qué ideal de compromiso esperamos de los estudiantes en el futuro. De momento, sin saber hasta cuándo, el Gobierno de Aragón ofrece la asignatura de Filosofía como optativa en 4º de la E.S.O. Ojalá la disciplina de partido no persuada a nuestra región, y no reble uniéndose al ideario de la no excelencia y la ociosidad.

La actividad escolar obligatoria, ¿realmente debe prescindir de la Filosofía por ser inútil? Los conceptos de justica, de libertad, de verdad, ¿carecen de sentido? Y los principios que informan sobre la existencia como son el bien, la virtud y el conocimiento, ¿son nociones inertes y descatalogables? Echando la vista atrás, pocas cosas han cambiado tanto la historia como los postulados filosóficos. Por ello, con esta merma del saber filosófico por obra de un régimen político frío, calculador, alevoso, utilitarista y amoral, cabe esperar la destrucción del espíritu crítico de la juventud.

Si la E.S.O. se encuentra garantizada por el Estado, y obedece a un mínimo de conocimientos exigibles que el alumno debe adquirir, ¿cómo es posible que se omita una materia que cultiva y perfecciona la capacidad de pensar por sí mismo? Con todo, se corre el riesgo de que el educando no logre discernir ni filtrar aquello que vaya aconteciendo a lo largo de su vida. Si en la enseñanza básica, en edades que empiezan a cuestionarse aquello que les rodea, se niega poder diferenciar el bien del mal, lo valioso de lo secundario, así como analizar y emitir opiniones a cuestiones planteadas, concluiremos que se niega también, implícitamente, la libertad.

Cuando el civismo se reduce a inculcar “productos dogmáticos” conforme a la situación social del momento, a las ideologías adoctrinadoras reinantes y a los eslóganes de moda, entonces los alumnos quedan sujetos al dominio absolutista del gobierno coyuntural de turno, sin importar color político alguno. La savia filosófica debe capacitar a los estudiantes para argumentar el porqué de las cosas, evitando colocar etiquetas simplistas huérfanas de fundamento. Es importante comprender que los valores responden y se basan en torno a la dignidad humana, a la igualdad inalienable entre hombre y mujer. Por ello, los principios rectores no deben pactarse a criterio de cada sociedad, ni tampoco deben ser válidos únicamente por dar contenido a un elenco normativo elaborado por medio de las mayorías.

Sin una mínima base de conocimientos filosóficos es muy difícil que los ciudadanos seamos capaces de tomar decisiones libres, sin dejarnos dominar por los discursos ideológicos de uno y otro signo político. La ideología hunde sus raíces en el poder, sin embargo la filosofía se edifica sobre la verdad. Actualmente, vivimos en sociedades muy ideologizadas, donde el pensamiento es desplazado por la imposición. Desde esta perspectiva, la filosofía, sin duda, favorecería notablemente a que la verdad estuviera más latente en las entrañas públicas, que falta hace.

Quizá nuestros gobernantes anhelen, con estas y otras rebajas educativas, convertir poco a poco, o mucho a mucho, a los ciudadanos en títeres sumisos donde el nihilismo turbe sus mentes, les convierta en autómatas y las tendencias e influencias  destructivas seduzcan su ambición. La obra literaria kafkiana alberga una absurda tragedia que lleva a la desolación, negando la esperanza, alimentando el temor. Bien al contrario, Dostoievski nos invita a saborear el amor como aquel antídoto que sella las heridas y que rehúye las ideologías totalitarias. Posturas antagónicas y perennes.

La inoculación social del relativismo moral, la ausencia de referencias sólidas y el abuso de los aquelarres culturales chocan, frontalmente, con el saber filosófico, aquel que tanto corroe a un obsesionado, enfermizo y agresor maridaje social-comunista, el mismo que infecta las instituciones. Las crisis de verdad, como en la que estamos inmersos desde hace años, se superan soslayando el desorden social.

Va siendo hora que, tanto intelectuales, pensadores como políticos de bien, en un acto heroico, abandonen su silencio y se empleen a fondo en la consecución del orden, la paz y la libertad. Si nuestras conciencias se encuentran formadas cabalmente, nuestros actos se verán envueltos de bondad, y la honestidad de reflejará en cada ejercicio profesional. Por tanto, la filosofía, sí importa.