Opinión

Es reversible, por supuesto

Es reversible de momento, aunque cada vez queda menos tiempo. No podemos resignarnos a que la nuestra sea la generación que vea desaparecer a España como nación, después del empeño de tantas generaciones de españoles que han levantado este gran país durante siglos, que ha dejado su legado y su impronta cultural en medio mundo. Pero hoy sólo podemos ser los españoles quienes evitemos su desaparición, y sólo hay un modo democrático de hacerlo: en las urnas, votando masivamente y evitando que aquellos que desean la desaparición de nuestra nación y quienes están dispuestos a venderla a cambio de unas migajas de poder vuelvan a decidir nuestro destino.

Hoy no se puede estudiar en español en buena parte de España; a partir de ahora se va instaurar un régimen de anarquía y violencia social que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no van a tener armas legales para combatir; cualquier atisbo de excelencia académica ha sido barrido de las aulas para crear unas generaciones desinformadas, pastueñas y manipulables a las que, a la vez que se les ofrece un voto más temprano, se las condena a un futuro de trabajo precario y de baja cualificación; un infame diputado proclama la desaparición de ETA (como si no fuera evidente que sus herederos se sientan junto a él en el hemiciclo) al tiempo que proclama la vigencia del franquismo; los golpistas son indultados; los secesionistas son premiados con las mayores porciones de la tarta presupuestaria; somos cada día más pobres, este año mucho más que el año pasado…

Hay que ganarles en las urnas y hacerlo de forma abrumadora, pero, esta vez sí, para cambiar todas esas leyes inicuas que han aprobado, para desmontar el tinglado que han montado, para desactivar todos esos inmensos campos de minas con que han sembrado nuestro futuro. Y no como pasó la última vez en que la derecha cobarde alcanzó una mayoría absoluta, un poder suficiente y legítimo para cumplir sus promesas, y las incumplió todas. Hay que librar la batalla cultural, y hay que librarla para ganarla.

En el debate sobre el estado de la Ciudad, en Zaragoza, el año pasado, la portavoz socialista dijo en el salón de Plenos, casi gritando: “no le tolero que diga que Bildu es indecente”. Y en el último Pleno, hace muy pocos días, cuando se pedía la reafirmación del Ayuntamiento en defensa de los derechos humanos y la libertad en Cuba, Venezuela y Nicaragua, en presencia de representantes del exilio de esos países, hemos visto al grupo municipal socialista votar en contra, lanzando un claro mensaje de apoyo a los dictadores que hoy oprimen a la población de esos países, cuando incluso los grupos de extrema izquierda, Podemos y Zaragoza en Común, tuvieron la prudencia (o la vergüenza) de abstenerse. ¿Qué partido socialdemócrata europeo, lo que dice Pedro Sánchez que es el PSOE y obviamente no es, apoyaría a los regímenes totalitarios iberoamericanos o pactaría con partidos filoterroristas, con vinculaciones y orígenes como los de Bildu? Ningún otro, evidentemente. España, bajo este gobierno, está apartándose peligrosamente de los principios democráticos occidentales que rigen hoy en el resto de los países europeos, incluso de aquellos que sufrieron durante décadas la opresión soviética.

Hoy nos enfrentamos a la titánica labor de hacer saber a nuestros ciudadanos, a los zaragozanos en primer lugar y al resto de los españoles, la verdadera cara del socialismo que hoy nos gobierna. Esto es lo que está pasando en nuestras instituciones más próximas, algo que debe saberse y que no puede volver a repetirse. Tenemos la obligación cívica, el deber moral de impedirlo.