Opinión

Vuelta atrás

En estos días de un recién estrenado año 2022, son muchos los deseos que intercambiamos a través de las redes sociales con nuestros familiares, amigos, colegas y conocidos.  Pero, así como ha cambiado la forma de comunicarnos –anteriormente fue la carta o tarjeta y luego el teléfono fijo – también son es distinto el contenido de los mensajes y lo que trasluce detrás de cada tópico. Se advierte un tono de cautela e incertidumbre, como si saludáramos en voz baja o con leves susurros. Y es que en muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana ha habido un cambio –sobre todo desde marzo de 2020–  que nos mantiene atados de pies y manos y, por eso, volvemos la vista a tiempos que considerábamos mejores y menos turbulentos.

Es la típica situación de vuelta atrás –y no me refiero al excelente programa de la televisión aragonesa–, una situación que nos ha hecho bajar, casi sin darnos cuenta, desde el trono de la relativa comodidad, progreso y aceptable nivel de vida hasta el banco callejero azotado por la intemperie, y testigo mudo de un devenir turbulento y disparatado. Porque así se presenta este año nuevo que nos regala el calendario: con la sexta ola del coronavirus campando a sus anchas de la mano de la nueva variante ómicron, con los precios de la electricidad y de los combustibles desbocados, con el encarecimiento de la cesta de la compra, con una amenaza de apagón general y con una climatología alocada y sorprendente.

Porque con todos estos ingredientes no cabe duda de que habrá que levantar el pie del acelerador del tan cacareado progreso, habrá que poner el freno de mano para apaciguar los datos inflacionistas y habrá que cambiar el modo de mirar nuestro entorno y comprobar cómo se va deteriorando año tras año. Pues a nadie le sorprende –y eso es lo peor– que en pleno invierno tengamos temperaturas primaverales, que los incendios aparezcan en cualquier época del año y que los desastres naturales sean cada vez más frecuentes y violentos. La vuelta atrás es evidente en lo que se refiere al cambio climático, y cerramos los ojos y eludimos responsabilidades como si el asunto no fuera con nosotros. La enfermedad del planeta Tierra se va agravando cada año y cada década. Y podría ser – ¿por qué no? – que muchas de las enfermedades que creíamos olvidadas vuelvan de nuevo al mundo civilizado occidental, y que la Covid-19, que no se doblega aún a pesar de las vacunas, tenga algo que ver con la degradación del medio ambiente y el deterioro continuo y progresivo de nuestro entorno natural.

Pero, además, hay otros ámbitos económicos, sociales y políticos en los que esa vuelta atrás es evidente y preocupante: las nuevas tecnologías están dando un golpe mortal a las relaciones personales, la globalización de la economía muestra la cara oculta de las crisis, los valores adquiridos desde la infancia se relegan a la papelera de reciclaje y en el ámbito político vuelven los desencuentros, la crispación y una cierta nostalgia de un pasado que creíamos olvidado y sepultado. Por eso, al desearnos lo mejor para este año recién estrenado, optamos por el silencio, los susurros o las fórmulas de antaño. Eso sí, aparece antes que nada el deseo de mantener la salud, la amistad y, sobre todo, una normalidad de la que cada vez nos acordamos menos.  ¿Será 2022 el año tan ansiado de la vuelta a la normalidad o quizás ya no se atisben cambios positivos durante esos 365 días? El tiempo lo dirá. Eso sí, habrá que ver y valorar la botella medio llena, y reflexionar para actuar con más fuerza y decisión ante los retos que se presentan en el horizonte.