Opinión

Yo soy político

¡No!, ¡No se asusten! Pues, con lo que está cayendo autotitularse político resulta un poco suicida. Decía Platón que el hombre es un “zoon politicon”; es decir, un ser político. Bueno, pues en este sentido me autodefino político.

Político no viene de ningún partido, sino que la palabra polis, ciudad, y significa: persona comprometida con su ciudad (comunidad, región, Estado…), sujeto que hace valer sus derechos y que contribuye al bien común. Es, en este sentido, en el que se me puede aplicar la palabra político. Y, como tal, echo en falta una sociedad politizada, palabra terrible en tiempo de la dictadura en la que nos previnieron desde la familia, la escuela, la sociedad. La frase más repetida entonces era: “Hijo mío, no te metas en política”. Y, de aquellos lodos, estos barros. Estamos en una sociedad apolitizada, en la que como mucho votamos cada cuatro años y criticamos todos los días.

A mí me toco estudiar y examinarme de la famosa “Formación del espíritu nacional”, FEN, que consistía en aprender los principios ideológicos de la dictadura. Pero, con la democracia, no la ha hemos actualizado, como sí que hemos hecho con otras asignaturas como sociales o matemáticas.

Cada pueblo, dicen, tiene los políticos que se merece y, por ello, me atrevo a decir que, si no hemos dado el paso ni por la derecha, ni por la izquierda, poco nos tendríamos que quejar de quienes nos representan.

La solución la he comentado en multitud de foros, pero a nadie, por lo que se ve, le ha convencido. Consiste en formarnos desde pequeños a todos y todas en política, en la ciencia de la convivencia a través de los partidos, los sindicatos y la sociedad civil, de forma que desde niños nos alineáramos con una u otra ideología, que desde jóvenes nos enroláramos en alguna formación política y que, dentro de ella, defendiéramos ideas y acciones para hacer una sociedad mejor. De otro modo, los cuatro que sí lo hacen manipulan a todos los demás.

La fórmula pasa por una educación de la formación política democrática en la que aprendiéramos tolerancia, la capacidad de apreciar valor en todas las personas independientemente de su raza, género, orientación política, religión, nacionalidad o valores; una formación en la que aprendiéramos empatía, esto es, la capacidad de ponernos en el punto de vista de otras personas, de entender su conducta en el contexto educativo, social y cultural en el que se han desenvuelto; una formación en la que aprendiéramos a colaborar, a hacer favores, a pedir ayuda, a relacionarnos en una forma de convivir positiva alejada de críticas y desprecios; una formación, en fin, en la que aprendiéramos a ser personas completas, personas que se realizan en comunidad ayudando y dejándose ayudar.

Entre tanto, propondría, al menos, hacer como yo hago, que es luchar por el cambio social desde asociaciones de cualquier estilo, desde la sociedad civil, a la espera de que “ser político” deje de ser un lastre y se convierta en un orgullo para todo el mundo.