Opinión

Reminiscencias en un trayecto hacia León

No, no se vayan a pensar que esto se trata de que alguien se ha convertido en dicho animal. Ni en quimeras grabadas en madera o desvaríos intelectuales.

Aunque todos tenemos una fiera dentro, solamente hay que sacar las uñas cuando es imprescindible. Y en el momento en el que se agolpan requete imágenes de los inciertos que dañan porque persisten en debilitarte, esos que pretenden dedicarse a ello porque ni permitieron zanjar la brecha que abrieron contra nos, surge la bendita ocasión que cualquiera de nosotros, los sembradores del Amor, no hemos de dejar perder.

Algunas separaciones con el pasado suponen los preliminares de algo inmenso. Estamos ante una situación previa a un viaje muy especial cuya causa desvelaré en un después que supondrá otro escrito, y cuyo objetivo de más adelante quedará desarrollado en su totalidad en el próximo artículo.

De lo contrario, me alargaría demasiado. No sería cabal acercarse a una mezcolanza que no tiene derecho ni a ser citada. Bastante hice con tirar libros enteros escritos por mí sobre las barbaridades de quienes no tienen ni alusión a ganarse ni la más mínima invocación pero que, sin embargo, se manifestaron en un recorrido hacia parajes aledaños a una zona de origen cercana a donde fuimos este fin de semana.

Sin lugar a dudas, con anterioridad adentrarse en la validez del Valor, hay que evitar los recurrentes zarpazos que dan quienes se afanan en la plantación de la cizaña y que con los años se perfeccionan de tal modo que afinan en sus ataques agazapados en la oscuridad, inclusive escudriñando alientos. Adiós a aquellas pesadillas fantasmales que se empecinaban en sus trece de mala suerte y peor fortuna, a esos monstruos que fueron reales en forma de “personas”. Despedida a las rendijas por las que se obstinaron en penetrar. Y mil perdones para un número considerado como maldito que, por cierto, no da mala ventura.

Tras haber revisado en mis blocs de Zaragoza momentos antes de la partida hacia la población denominada en la parte derecha del título, en la cabecera… Luego de esa revisión de los varios dibujos individualizados desde hace años con mi propio estilo que les tengo hechos a los que rodean a los más que ofensores, diseños que les compuse con los sustantivos con el que sus progenitores les bautizaron… Tras que mis ojos volvieran a ver mis ilustraciones para ellos, minutos antes de viajar a sabiendas de que pasaríamos por las inmediaciones de una pequeña nación, la mente hizo sus conexiones entre con quienes rocé con el pincel de las letras como regalo a los cercados por los que perjudican,  la cabeza hizo sus coherencias mientras nos acercábamos a Fermoseille sin pisar siquiera la provincia de Zamora.

Y buenas pastas en la ciudad de la que acabamos de regresar. Al menos la señora Gallet se salvaba, junto al bruno de su hijo. El padre, dando consejos de unirse a la gente con la que su hija no podía. (“si no puedes con ellos únete a ellos”, le solía decir). Ella, una especie de chica que significa de lo peor que he conocido a lo largo de toda mi vida mientras, además, lograba agenciárselas ganando adeptos para sus malas andanzas. Con ellos ya contaba. Lo que sucedió fue que iba sumando ya un buen número de novicios que se matricularon en la iniciática carrera de machacar a los semejantes que no somos tan iguales a ellos.

Según la buena doña mentada, fui yo quien cambié a su hija para bien. El tiempo ha demostrado que quedaron flecos que nadie ha cortado. Y eso, no cabe duda, de que es cada cual quien se ha de encargar de hacerlo. Yo tuve la tranquilidad de hacerlo. Un amago gesticulatorio de reflejo hace que nazca literatura. No más. La verdad quedó plasmada en sus actos, delatores de quienes los ejecutaban.

Y, humildemente, si en esto he de servir a alguien, bienvenido sea este cristal de sucesos cuya transparencia está ahí. A pesar de la nitidez de las actuaciones misericordes, la inmensa mayoría de los personajes del teatro de la expresión han sufrido malos entendidos que han llevado a un sufrimiento profundo.

Sin embargo, mis rezos, buenos deseos, y cuanto me sea posible hacer para el bienestar incluso de mis enemigos; o los que no les simpatizo; y hasta asimismo añado a quienes ni se molestaron en conocerme realmente, ciertos de los cuales alegaron excusas impropias e irreverentes. El resto, ni eso. Para ellos también hay benevolencia ¿Por qué no?

Todos caben en mi corazón. Incluso la parte que ni siquiera sabe cómo soy. Los que desde el principio de los principios fueron en mi contra, e interpretaron algo que iba en la generalidad de unos pocos quizás a través de un canto, los ases de la tergiversación que paralelizan el odio con sus actos tanto de rencor como de resentimiento.

Esos que hasta hace nada colocaban peor que mal a los del lugar en el que viven fuera y dentro de los hospitales, dando una imagen pésima y fatal para quienes me acompañaban a ver a la enferma de entonces. Esos mismos que en celebraciones a las que nunca fui invitada se dedicaban a hablar mal y a hacer comparaciones con ellos, y entre unos y otros y de más, de sus supuestos vecinos de pueblo en el mismo lugar en el que habitan. O que cuando venían a la capital continuaban con su sarta de vómitos palabrales a cerca de otros (sus coetáneos de allí) con temas, de lo más diverso, sobre ellos de la misma guisa que en la clínica o en su altar de eventos endiosados tan solo por esos que no pasan nada por el filtro de la conciencia.

Retirados de una invitación; y, no obstante, invitados a otra nuestra, ni hacer aparición ni siquiera entre las sombras. Con la nueva tristeza de los de antaño, que presenciaron el tratar mal verbalmente a sus paisanos hasta el toque final. Sin dejar de lado que entre que preguntamos por ellos nombrándolos y mandándoles recuerdos ni hay respuesta de ningún tipo, ni somos correspondidos ni siquiera mencionados. Les estamos muertos. Con el malestar de los radios de ambos parentescos, a los que uní también ese día de gratitud por haber venido a nuestro enlace. Esos otros no acudieron. Rechazo por ambas vías y en dos posibilidades que hubieran supuesto el rescate de lo que fructificaron.

Mas existe una vida, tanto en la Tierra como en el Universo. Y de aquí radica el largo trayecto de seis horas que hicimos en el tren, tanto para la ida como para la vuelta a/de la hermosa y hospitalaria ciudad de León, a la que pensamos volver y… ¡sorpresa para quienes tan bien nos acogieron! Psssss, ¡silencio! Muchas gracias de nuevo desde aquí, emplazamiento desde el cual os invito a otras páginas en las que todos nosotros somos protagonistas.

Callejeamos cuanto pudimos, vimos únicamente lo que nos fue posible… El reloj no dio para más. Sin embargo, espero ser capaz de no dejarme nada en el tintero cuando llegue la oportunidad consecutiva a esta. Sinceramente, merece la pena. De lo contrario no me hubiera molestado en poner lo que he puesto por aquí, como contrarrestación de lo por venir, ni en proseguir con la pantalla.

Un montón de experiencias vivenciadas que me fluyen todavía son las que saldrán en las próximas páginas. Para ser honesta, he preferido redactarlas aparte porque el tema es digno de la Humanidad entera.

Por ahora me conformo con haber hablado de una bestia que hay en los interiores y que no ha de salir más que cuando es provocada por los que no cesan en su empeño de malograr cosechas ajenas y van fuera de lo común del resto. Con haber escrito de dicho bruto rudo que de vez en cuando se pasea por las galerías del subsuelo y cuya nomenclatura coincide con la pequeña urbe castellanoleonesa de la que acabamos de regresar, escenario de algo grande e inolvidable. Por supuesto, algunos de nosotros fuimos en representación de Aragón.

Mas, lo dicho, esto será relatado en el posterior texto, ¡tan ligado a la Filantropía! Ánimo en cualquier aspecto de vuestra existencia, mis queridos Caminantes.