JOSÉ MARÍA ARIÑO COLÁS, Doctor en Filología Hispánica.


Hace dos décadas viajé a Estados Unidos, concretamente a Seattle, en el estado de Washington y en un establecimiento donde se podían consumir bebidas alcohólicas pude comprobar cómo estaban vetadas para jóvenes menores de 21 años. Esto me sorprendió, ya que consideré un sinsentido que se permitiera adquirir y poseer un arma semiautomática a edades más tempranas, dependiendo de cada estado, y se fuera tan riguroso en el tema del alcohol. Por no hablar de otros asuntos relacionados con el puritanismo y la hipocresía. Se lo comenté en inglés al dueño del local y, después de reflexionar durante unos segundos, me respondió: “Is the law!”.

Después de la reciente matanza de 19 escolares y 2 profesoras en una Escuela Primaria de Uvalde, en el estado de Texas, cada vez quedan menos argumentos –si es que todavía hay alguno– para defender la tenencia y el uso de armas, no solo entre los jóvenes sino entre los ciudadanos de cualquier edad. Está claro que, ahora más que nunca, el dicho popular “las armas las carga el diablo” adquiere un significado evidente en este contexto social. Porque lo de Uvalde es un episodio trágico más que viene a colmar el vaso de una cadena de atentados a lo largo y ancho de la geografía del país americano. Y lo peor de todo es que nadie encuentra una salida a esta estela letal que acaba cada año con decenas de víctimas inocentes.

Mientras los padres y familiares de los niños asesinados no encontraban consuelo para esta tragedia tan cruel, el expresidente Donald Trump asistía en Huston, en el mismo estado de la masacre, a la convención de la Asociación Nacional del Rifle y mostraba su apoyo a los que defienden el uso y tenencia de armas, atribuyendo los atentados a problemas mentales de los ejecutores. ¿Alguien entiende este razonamiento que parece una falacia? ¿Cómo se puede proponer dotar de armas al profesorado para que se defienda ante los supuestamente psicópatas? ¿No se trata, en realidad, de echar más leña al fuego y avivar el conflicto? Es una pena que no se pueda llegar a una solución consensuada para limitar el uso de las armas. Hay muchos intereses políticos y económicos que impiden cualquier intento de negociación. Y, mientras tanto, seguirán perdiendo la vida víctimas inocentes asesinadas por descerebrados que tienen un rifle al alcance de la mano.

Salvando las distancias, algo similar ocurre en los conflictos armados, en guerras como la de Ucrania, que se está cobrando la vida de miles de inocentes y, lo peor de todo, no tiene ningún atisbo de solución. Al parecer, los gobiernos de los países que forman parte de la OTAN, entre ellos España, no dudan en enviar cada vez más armas a la zona del conflicto, agravando así la situación, aumentando el clima de tensión y entrando en un callejón sin salida. Ante esta difícil coyuntura, uno se pregunta si siguen adelante las negociaciones, si hay alguna manera de acallar las armas y si esta escalada va a adquirir consecuencias irremediables. Lo que está claro es que las grandes beneficiadas son las empresas dedicadas a la fabricación de armamento y los perjudicados, los ciudadanos de a pie, especialmente los habitantes de los países más pobres.  Otro sinsentido. Porque las armas solo benefician a las grandes multinacionales.

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