Opinión

Una disculpa

La que le debe este país a don Rafael, independientemente del resultado final, la victoria en cuartos de final del torneo de los torneos en tierra batida, consiguió, nuevamente, acabar con ese repertorio de calificativos posibles para las hazañas deportivas al uso.

Y eso que, en la previa, andábamos ya aplicando la venda antes de la aparición de la herida. Que si jugar de noche le afectaba de forma negativa, que si el pie, que si el estado de forma de un rival en estado de gracia…y en la recámara, más de uno, pensaba que ya teníamos el recambio generacional garantizado con Carlitos; Flamante vencedor en la caja mágica madrileña y raudo conquistador del cariño nacional. Así que, qué le vamos a hacer, la pena del carnet de identidad, y su doble valencia, para lo uno y para lo otro.

Para ensalzar la juventud y denostar los declives propios de la edad. Pero tuve la ocasión de disfrutar, una vez más, del mejor deportista español. A pesar de lo inoportuno del horario, tomé la decisión, imagino ampliamente compartida, de permanecer ante la pantalla en actitud solidaria. Para acompañar a nuestro tenista, y no abandonarlo a la suerte de la noche parisina en soledad, ahora que conocemos que tantos son los riesgos que encierra. Y fue un acierto robarle alguna hora de sueño a la noche. Porque lo volvió a hacer. Como todo elegido y tocado por la gracia, también en el ámbito deportivo, el tenista balear interpretó a la perfección una nueva partitura sobre tierra batida.

Una auténtica sinfonía en la pista central Philippe-Chatrier. Y nada más concluir el encuentro, tuve la sensación de la necesidad de una disculpa con el bueno de Rafa. Porque albergo la sospecha de que la opinión pública ya había iniciado la peligrosa pendiente de la invitación a su retirada. O de la pérdida del favor hacia el manacorí, para depositarlo en esa nueva figura emergente murciana. Porque así somos en este país, amigos de las transiciones bruscas, y de pasar del blanco al negro de un solo brochazo. Y esto no es ni justo ni serio. No es justo, porque no se puede faltar al respeto a toda una trayectoria, que vamos a ver si alguien la repite.

Y no es serio, porque provoca hilaridad la falta de criterio y de consistencia. De querer convertir, a la voz de ya en número uno, a quien acaba de llegar a la pista, aunque haya mejorado muchísimo en los últimos cuatro años. Y por aquí tenemos ejemplos de otras disciplinas deportivas que nos animan a reconocer que los genios nacen, y se hacen con paciencia. Y mucha dedicación, sobre todo. Que es lo mismo que asumir la exquisita importancia del trabajo día a día, del esfuerzo y de todos los valores que nos convierten en modelo. Y mucho de esto hay en la historia, personal y deportiva, del señor Nadal. Así que, por si le llega, le presento esta disculpa. Y al resto, un poquito de tranquilidad y sosiego. No se trata de quemar etapas, hay que ir paso a paso. Y reconocer que, para llegar arriba, también hay que caer y volverse a levantar. Sin duda, el secreto del éxito. No hay más que fijarse en todos aquellos que en el mundo han sido.