Opinión

Lazos entre Aragón y Cataluña

La reciente adquisición del Centro Aragonés de Barcelona por el Gobierno de Aragón, que quiere transformarlo en un escaparate cultural y empresarial en Cataluña, cierra un nuevo capítulo y puede servir, de momento, para cauterizar algunas heridas y acercar posturas entre ambos gobiernos. Porque, a pesar de los conflictos, a pesar de los recientes desencuentros –sobre todo a raíz de la candidatura olímpica conjunta para los Juegos de Invierno de 2030–, los lazos que unen a ambas comunidades autónomas tienen unas raíces que se remontan, en la época contemporánea, al siglo XIX.

Sin bucear en la Edad Media y en siglos posteriores, cuando la Corona de Aragón hermanaba a estos dos territorios históricos, hay que remontarse al año 1887 cuando nuestro premio Nobel, Santiago Ramón y Cajal, llega a Barcelona como catedrático de Historia Normal y Patológica. Él mismo afirma en su Historia de mi labor científica: “Resolví, al fin, en contra del consejo de mi familia, trasladarme a la ciudad condal y acerté en mis presunciones, porque en Barcelona encontré no sólo el sereno ambiente indispensable a mis trabajos, sino facilidades imposibles en otras ciudades para organizar un bien provisto laboratorio y publicar folletos ilustrados con litografías y grabados”. Esta estancia enriquecedora de Ramón y Cajal en Barcelona anticipa las experiencias de otros aragoneses relevantes que contribuyeron a estrechar los lazos entre aragoneses y catalanes y dejaron una huella importante tanto en lo cultural como en lo deportivo.

Otro aragonés importante en el siglo XX, el escultor Pablo Gargallo se formó y consolidó su carrera artística en Barcelona, adonde se trasladó su familia a finales del siglo XIX. En 1900 el artista de Maella ingresó en la Lonja, la Escuela de Artes de la capital catalana, y desde ese año enriqueció su trayectoria artística. Entabló amistad con artistas de talla internacional, como el malagueño Pablo Picasso, realizó allí la mayor parte de su obra escultórica y residió durante sus mejores años, con breves estancias en París. Su huella está patente en esculturas como El pastor del águila y El pastor de la flauta, en la Plaza de Cataluña de Barcelona, creadas con motivo de la Exposición Internacional de 1929.

Pero hay otros aragoneses, quizás menos conocidos, que se desplazaron a Barcelona por diversos motivos y se dieron a conocer en la ciudad condal. En los primeros años de la década de los ochenta, cuando residía en Barcelona, el escritor Juan Antonio Usero me propuso una serie de colaboraciones para el Diario de Teruel que, en forma de entrevistas, dieran a conocer a aragoneses residentes en Barcelona que tenían especial relevancia durante esos años de la transición democrática. Entre ellas quiero destacar las tres de las que guardo un especial recuerdo. Una de ellas fue a José Manuel Broto, un joven y prometedor artista zaragozano que residía durante aquellos años en la ciudad catalana y que inició una excelente trayectoria como pintor formando parte del grupo “Trama” y editando una revista con el mismo nombre. Otra entrevista de la que guardo un grato recuerdo la realicé al profesor José Manuel Blecua Tejeiro, catedrático de Lengua Española en la Universidad Central de Barcelona, y uno de los impulsores de los estudios literarios, tal como los conocemos ahora. Debido a su incipiente sordera, no puede entrevistarle de viva voz y tuvo el detalle de escribirme todas sus impresiones de su puño y letra. Y del campo de la cultura pasamos al del deporte. Por esas fechas, Teresa Palacio Giral, nacida en una pequeña pedanía de Boltaña y residente desde pequeña en Barcelona, se proclamó campeona de España de marcha atlética en los 5 y en los 10 kilómetros marcha. A pesar de ser en aquella época un deporte minoritario, impulsó esta especialidad y se dio a conocer más allá de nuestras fronteras.

Son solo unos ejemplos, como botón de muestra de los muchos aragoneses que se desplazaron por diversos motivos a la ciudad condal y consolidaron allí sus andaduras. Actualmente, uno de los escritores aragoneses más importantes a nivel nacional es el zaragozano Ignacio Martínez de Pisón, que reside desde hace años en Barcelona, y es un excelente embajador entre estas dos comunidades. Al parecer, los lazos no se rompen, sino que se afianzan, a pesar de las veleidades independentistas, del conflicto de los bienes eclesiásticos de la Franja y de la falta de acuerdo para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030.