Opinión

Los que votan mal

Hay gente que se pregunta cómo la clase obrera/media o de zonas rurales puede votar cada vez menos a la izquierda e incluso se atreve a votar a VOX. ¿Por qué ocurre esto? A mi modo de ver es sencillo. Comparemos:

- Preocupaciones e inquietudes de un ciudadano medio de clase obrera/media o rural: deportes, ligar, tener hijos, cómo organizarse para poder pagar alquiler/hipoteca, comida, ropa,…, comprarse un coche, quedar con colegas a comer o echarse unas cañas (o unas infusiones), salir el fin de semana, problemas en el trabajo, económicos, familiares, que su negocio sea rentable y con pocos gastos mensuales, vivir con normalidad la vida que lleva viviendo desde hace décadas,…

- Preocupaciones e inquietudes de los líderes de izquierda: la sostenibilidad de la economía circular integrada en una sociedad ecológica, reciclable, binaria, empática, animalista, bicicletera, vegetariana y con unas matemáticas con perspectiva de género.

Si a esa absoluta disparidad de intereses, objetivos y realidades entre el pueblo llano y sus líderes le unimos el absoluto desprecio y ataque de la izquierda a la identidad nacional y a sus símbolos y tradiciones, podemos entender fácilmente cómo mucha gente de clase media/obrera o de zonas rurales ha dejado de votar a la izquierda de modo masivo.

La izquierda se ha agarrado en estos últimos años a, supuestamente, grandes ideales y objetivos (apoyados por grandes intereses económicos) a los que quiere llegar a su manera (y solo a su manera y si lo discutes mínimamente eres facha, homófobo, machista, cuñado, cromañón, negacionista,…) pero muchos de ellos muy alejados e incluso contrarios al día a día de los ciudadanos y que, en muchos casos, o así lo siente mucha gente, les arrastran hacia un mundo extraño, desconocido, rígido y aparentemente peor y, sobre todo, más caro, algo que genera un obvio y lógico rechazo y la máxima prueba de ello son los últimos resultados electorales que está obteniendo la siniestra. Porque a la postre, la gran mayoría de seres humanos, en general, quieren (queremos) vivir la vida que hemos conocido y en la que nos hemos educado con normalidad, con orgullo social y de país, sin que nos quieran cambiar a machete y de modo traumático nuestras costumbres y tradiciones y sin sentirnos mal por comernos un chuletón o por conducir un coche con motor diésel (y menos con adblue que reduce las emisiones más de un 90%).