Opinión

Los apellidos del calor

Francisco Javier Aguirre
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La nómina de denominaciones que han recibido las sucesivas olas de calor de este verano en nuestro territorio ha crecido al mismo ritmo que las temperaturas. Y han agobiado nuestros oídos, aunque hayan enriquecido nuestro lenguaje. Pero no todas han sido afortunadas.

Una de las más usuales, aquella del calor ‘insoportable’, es incoherente en sí porque quien utiliza ese adjetivo para este fenómeno atmosférico realmente lo ha soportado. De otra forma, lo ‘insoportable’ se habría convertido en ‘insoportado’ y el sujeto en cuestión hubiera llegado tarde para declararlo.

En el mismo parque se columpian los términos ‘insufrible’ e ‘inaguantable’, que desembocarían en ‘insufrido’ e ‘inaguantado’, con las mismas consecuencias letales para los usuarios de esas denominaciones del fenómeno atmosférico que nos ha agobiado durante estos meses.

Otras adjetivaciones frecuentes han sido las de horrible, horroroso, horrendo, terrible, tremendo y espantoso. Todas estas equivalencias no soportan un análisis sereno porque contradicen el propio sentido de los términos: ante lo horrible, lo horroroso, lo espantoso, etc., sentimos pánico y echamos a correr, lo cual es sumamente peligroso y está contraindicado por los higienistas durante la canícula.

Habría que revisar todo el resto de denominaciones que aplicamos a esta circunstancia climática, como abrasador, demencial, agotador o inhumano, término este último utilizado por aquellas personas que no soportan que la temperatura ambiental supere los 36º C, índice de referencia del calor corporal en nuestra especie.

También se ha oído y leído la denominación ‘africano’ para describir el fenómeno, pero en nuestra circunscripción geográfica no sería válida, aunque sí para quienes hayan experimentado sus efectos en Ceuta, Melilla o las islas Canarias.

Es comprensible que la gente se desahogue expresando la incomodidad que suponen tan altas temperaturas y, del mismo modo, hemos de disculparnos todos por utilizar adjetivos poco adecuados para describirlas, lo cual no es infrecuente en gran parte de las circunstancias de la vida.