Opinión

Un peregrino por el Camino Aragonés

Y mientras caminaba por la ciudad, inmerso en el trajín de ruidos, conversaciones, pitidos y otros sonidos, me miro las zapatillas que llevo y que pronto -como así lo he decidido- caminarán por un lugar de tranquilidad, silencio, belleza y magia; al menos eso es lo que deseo y he metido como ilusión en la mochila que mis hombros llevarán.

¿Belleza, magia? –me digo a mí mismo sonriendo- ¿Quieres sentir el roce de la seda de la belleza y la fuerte sensación de la magia? ¿Tal vez quieras sentir y ser parte a la vez de la marca de los pasos que miles y miles antes que tú grabaron en este lugar? ¿Quizás desees disfrutar mirando la belleza de una estación de tren que sigue conservando su encanto?¿O tal vez estás esperando llegar a ese lugar, al refugio de la piedra, donde dicen que un cáliz especial allí estuvo?

Si todo eso quieres y mucho más, quizás debas olvidar por un tiempo lo que en una pantalla de móvil o tablet verás, para que sean tus ojos y la presencia en cada lugar lo que te llenen de sensaciones por lo que ante ti tienes, ese disfrute de bella realidad que incluso, tal vez, puedas tocar.

Vamos, olvídate de este tiempo donde solo parece interesar lo que puedas tragar y regurgitar sin siquiera saber qué has comido, porque cuando la belleza de paisajes, lugares y mucho arte románico, entre en ti, sabrás lo que hueles, sientes, saboreas y recordarás siempre…

La primera etapa del Camino de Santiago por Aragón la iniciamos en Somport, aquel summus portus de los romanos, donde descubriremos cerca las ruinas del Monasterio y Hospital de Santa Cristina, un emblemático lugar del siglo XII que incluso el histórico Códice Calixtino citaba como “uno de los tres hospitales más importantes del mundo, de los más señalados lugares santos, templos de Dios, lugar de recuperación para los bienaventurados peregrinos, descanso para los necesitados, alivio para los enfermos…”.

Incluso ahora, cuando miro las piedras que a aquel lugar dieron fama, siento la fuerza del lugar, que llevó a la zona a ser el paso principal de peregrinos y comerciantes, hasta que circunstancias cedieron el testigo a Roncesvalles.

Hablando de piedras y lugares, tras bajar siete kilómetros por un bonito paisaje acompañado del río Aragón, que da nombre al valle y será compañero durante prácticamente toda la ruta, llegamos ante la Estación Internacional de Ferrocarril de Canfranc, edificio erigido a base de cristal, cemento, pizarra y hierro con diversas influencias arquitectónicas, pero ante el cual es fácil quedarse unos minutos disfrutando de su forma y belleza. Pero no debo dormirme en los laureles, voy a continuar descendiendo el valle, aunque primero, mientras desayuno frente a la estación -hay buenos sitios para hacerlo- la miro unos instantes más. Es bella, aún más ahora que por fin decidieron restaurarla y salvarla de lo que sabemos sucede muchas veces.

Me vuelvo a poner la mochila, al cruzarme con otro peregrino nos saludamos con el eterno “buen Camino”, por su acento diría que es francés. Cruzo una pequeña galería y poco después paso por un puente el río Aragón, mientras al otro lado de la carretera nacional veo la Torreta de Fusileros, construida en el siglo XIX para proteger la zona de paso. Y oye, bajando bajando llego hasta Villanúa, ¿sabes que hay una cueva, llamada Las Güixas, que puedes visitar y donde las brujas hacían de las suyas? No, es broma, el nombre dicen proviene más de la palabra guija (judía) y no de nada relacionado con las brujas, aunque cuando entres en la gruta en visita guiada, quién sabe lo que puedes ver allí dentro…

Ahora continuamos, vamos, seguimos caminando siempre con tranquilidad, el paisaje acompaña, cruzamos Castiello y en un estirón llegaremos a Jaca, donde ya sabes, qué decirte, la Catedral de San Pedro de Jaca, una de las construcciones más antiguas del románico en España, y que casi comenzó a construirse al mismo tiempo que la de Santiago de Compostela; un poquito más tarde, pero casi. Y no te olvides del Museo Diocesano, y si tienes tiempo no dejes atrás la Ciudadela. ¡Venga, tienes tiempo! estás en la Jacetania, en Huesca, en Aragón, así que no vayas con prisas, los caminantes del Camino de Santiago nunca llevamos prisa, así que tras tomarte algo fresquito con unas buenas tapas por la calle Mayor y aledaños, sigue disfrutando, luego descansa y a continuar…

¿Continuar? Soy un caminante que desea descubrir siempre esas pequeñas cosas que nos dan aliento para seguir cada día, y déjame decirte que tras salir de Jaca y continuar el Camino de Santiago a su paso por Aragón, tengo la opción de seguir recto hasta Arrés o, caso que será el mío, lanzarme a esos kilómetros de más que, tras una algo dura subida pero que merece la pena, llegaremos primero hasta el nuevo Monasterio de San Juan de la Peña; pero tras él viene mi debilidad, mi talón de Aquiles del Camino, viene el Monasterio viejo de San Juan de la Peña, de espectacular emplazamiento, joya del románico y primer panteón real de Aragón, un más que emblemático lugar construido al amparo de la roca a principios del siglo X. Es un lugar mágico que combina historia, cultura y naturaleza como ningún otro, dando origen a misterios y leyendas, entre ellos la permanencia en el lugar durante un tiempo del Santo Grial.

Y tras alejarte todavía con la belleza del Monasterio de San Juan en los ojos, llegamos a Santa Cruz de la Serós, donde nos recibirá la iglesia de Santa María, arquitectura románica pura, lo único que sobrevive de la antigua abadía benedictina medieval de Aragón del siglo XI, lugar donde mujeres pertenecientes a la Casa Real de Aragón podían ingresar, cualidad que le aportó siempre relevancia.

Y el Camino seguirá, paso a paso atravesaremos varios lugares, muchos sitios, dejaremos atrás Santa Cilia, Puente la Reina de Jaca, Arrés, Artieda, Ruesta, en solitarias pero introspectivas etapas a través del ancho valle de la Canal de Berdún y con el río Aragón, con el que comenzamos prácticamente desde el principio y que nos dejará al llegar al embalse de Yesa, y poco después, en el último pueblo de Aragón antes de Navarra, Undués de Lerda, prácticamente habremos recorrido lo deseado.

En la peregrinación jacobea, los peregrinos del Camino de Santiago, por supuesto salvando las distancias y con perspectivas diferentes a las que motivaban a los peregrinos medievales, nuestra intención es abrir nuestra alma y seguir de forma interior y espiritualmente ese itinerario a lo largo del Camino, donde si realmente lo sentimos, seremos capaces de reencontrarnos con nuestro yo auténtico, todo aquello que somos en esencia.

Realmente, no son solo palabras, al dejar cada uno de tus pasos en el Camino Aragonés te quedas realmente impactado con la belleza de su recorrido, a veces con una coloridad intensamente verde y otras con el polvoriento gris tan genuino de muchos de nuestros caminos y senderos. Caminar desde Somport, tan cerca de los picos cercanos a los Pirineos es realmente emocionante, te sentirás muy privilegiado por una vivencia sumamente espectacular e imborrable, porque el Camino de Santiago por Aragón es realmente bello, mágico e infinito…

Menos mal que en esta vida podemos eludir a veces el deber de ser racionales y soñar que la vida es bella, aunque sea por momentos. Uno de esos momentos es, por ejemplo, el tiempo que pasamos donde deseamos estar, con quienes queremos, en la montaña, en la naturaleza, en el campo, en el Camino de Santiago... Es un tiempo en el que quizás lleguemos a preguntarnos algo así como ¿soñamos o vivimos la belleza? Pues sea lo que sea, sueño o realidad, quiero seguir soñando que la vida es belleza, que así sea para ti igualmente.

“La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación”. (Emmanuel Kant).