Opinión

La comodidad de los mansos

Desde hace meses, o más bien unos cuantos años, los ciudadanos estamos asediados política y mediáticamente con toda suerte de artificios, mentiras y enredos acerca de las realidades más cotidianas. Cabe pensar que la finalidad que persiguen nuestros “bienhechores” sea sembrar el terror y la desolación con proclamas visionarias, quizá con el objeto de someter por completo, o cuando menos cohibir, nuestro bendito ser.

La globalización ha impuesto poco a poco, pero con insistente perspicacia, un nuevo credo mundial, donde los partidos de izquierdas y los ahora llamados de derechas moderadas, se han fundido en un furtivo abrazo ideológico cuyo efecto es letal. Cuando el ansia desmedida de poder se une al interés ególatra y personal, el beneficio propio está asegurado. Centrándonos a nivel nacional y a nivel regional, observamos que ya no existen colores políticos definidos, identitarios, soberanos, porque el contenido de sus programas electorales, seguramente, les viene marcado desde otras instancias, diluyéndose su contenido en un cenagal neutro y tremendamente dependiente.

Ante esta coyuntura, debemos preguntarnos: en los últimos años, ¿a qué se han dedicado nuestros tecnócratas, burócratas y parlamentarios? Es evidente que el estado de bienestar, el cual nos iba a proporcionar riqueza y desarrollo, se encuentra en una fase agónica. Por qué han fracasado las energías alternativas, por qué se prevé una restricción del suministro de gas y electricidad, por qué la inflación se encuentra disparada, por qué cada día cuesta más llenar la cesta de la compra y llegar a fin de mes, por qué el cierre de multitud de negocios aumenta en exceso el desempleo, o por qué incluso el sector alimenticio da la voz de alarma ante un futuro próximo por haber falta de género. Recordemos que estamos en el S.XXI, en el tercer milenio.

Mientras tanto, quienes han tragado con todo tipo de rendiciones, siguen teniendo fe en los captores de su ya mermada actitud crítica, pues se han convertido en aquellos mansos que, encogidos de hombros, sucumben ante la adversidad engañosa y disfrazada. Lamentablemente la sumisión y la obstinada obediencia han hecho estragos en demasiadas mentes al no filtrar adecuadamente los aconteceres diarios. Así las cosas, observamos que la mansedumbre es el hilo conductor que jalona tanto a políticos como a votantes, a gobiernos que posiblemente se han plegado ante organizaciones cuya influencia les manipula sagazmente por medio de atesorados magnates.

La comodidad y la falta de análisis intelectual están contribuyendo a que “los avances tecnológicos y el desarrollo social” (aberraciones consentidas mayormente) sean factores de control total, con el firme peligro de restringir la libertad. Asimismo, recientemente, a tenor de la pretendida reforma de ley acerca del aborto, promovida por Irene Montero, apenas hubo recelos por parte de aquellas formaciones políticas e instituciones de considerable representación, siendo el denominador común un silencio sepulcral y una indiferencia pasmosa.

Sin duda, el relativismo ha desatado un efecto anestésico en quienes urden el mal y en quienes consienten, provocando una secuela social de tal magnitud en la que se aprueba lo que contradice el derecho natural, y se aplaude aquello que degrada la dignidad humana. Tanto es así que el mesiánico Partido Popular no se pronunció ante la referida barbarie abortista, aduciendo que no quiere posicionarse ni ser presa fácil del PSOE, lo que se traduce a una vil cobardía quizá por temor al electorado, por cierto, un temor demostrado también en diversas cuestiones vitales y un tanto vidriosas. Y es que las derechas modernas, modosas y tibias no reparan ya en principios éticos y rectores para conformar sociedades justas y equilibradas, prefieren centrarse en la pura gestión del erario público sin incidir en la vida de los inocentes, tal como prescribe el más puro sistema materialista.

En España, cada año unos 100.000 bebés que gestan su vida en el vientre materno, cuyo corazón late, son troceados y succionados con el fin de no molestar a una sociedad delirante, noqueada moralmente y dormida. Lo he comentado en otras ocasiones, lo que el PSOE afirma, en gran medida, el PP lo confirma, mismos perros con diferentes collares.

Sabemos muy bien cuál es el perfil socialista-comunista, atroz y desgarrador, pero quizá, hasta ahora, no estaba tan clara la deriva popular que es arrastrada desde hace tiempo, manifestada ahora abiertamente con su silente talante. ¿Qué se puede esperar de quienes no valoran la vida?

¿Progreso, desarrollo, esperanza, compromiso? El conformismo acomodaticio se ha convertido en un veneno social, en un destructor de conciencias, ha creado el rebaño de los mansos. Con todo, las urnas están ávidas de votos cuajados de raciocino y de sentido común. No permitamos jamás que los mediocres nos los secuestren.