Opinión

Puntuaciones

Buena parte de las actuaciones que realizamos los humanos en diferentes desempeños reciben una valoración, que se concreta muy a menudo puntuándolas. Calificamos de excelente, bueno, regular o malo un espectáculo teatral, un partido de fútbol, un concierto de música, un libro… y, por supuesto, el comportamiento de un alumno en el colegio. Y sobre todo los resultados de sus conocimientos en las diversas asignaturas, tras las pruebas correspondientes.
Francisco Javier Aguirre
photo_camera Francisco Javier Aguirre

Buena parte de las actuaciones que realizamos los humanos en diferentes desempeños reciben una valoración, que se concreta muy a menudo puntuándolas. Calificamos de excelente, bueno, regular o malo un espectáculo teatral, un partido de fútbol, un concierto de música, un libro… y, por supuesto, el comportamiento de un alumno en el colegio. Y sobre todo los resultados de sus conocimientos en las diversas asignaturas, tras las pruebas correspondientes.

En este último ámbito existe una línea roja entre el aprobado y el suspenso. En la zona alta puede haber mayor puntuación, por ejemplo un notable, un sobresaliente o una matrícula de honor. Al menos así era antes, porque ahora, con tanto zarandeo de las Leyes educativas, hemos perdido la perspectiva calificatoria. En la zona baja, no obstante, el suspenso es elocuente de por sí, no es preciso establecer más graduaciones, aunque a veces se hagan: no es lo mismo un 4,5 que un 3 o un 2.

Periódicamente se realizan en nuestro país encuestas por diferentes empresas demoscópicas sobre la intención de voto de los electores, o sobre asuntos que atañen a la vida social. Son conocidos como ‘barómetros’. Los resultados son los que son, unas veces creíbles y otras no. Las preferencias de voto, en caso de encuestas políticas, suelen llevar aparejadas las valoraciones de los líderes de cada formación. Unas coinciden y otras no, porque cada uno de los encuestados es libre de manifestar su opinión. Lo más llamativo es que difícilmente uno de los líderes valorados consigue el aprobado. Utilizando la escala habitual que establece sus grados del 1 al 10, no alcanzar el 5 supone un descrédito personal para quienes ejercen esa actividad pública.

Aseguran los implicados que la tarea política, supuestamente en favor del beneficio colectivo, es muy ardua, a pesar de lo cual asistimos con frecuencia a intrigas y peleas internas dentro de los partidos para situarse en las listas o alcanzar determinados puestos. Una más de las contradicciones humanas.

Hay quien deduce que quienes ostentan el poder en las altas esferas pertenecen a una mayoría dominada por la mediocridad. De otra manera, en la evaluación pública habría más de uno que alcanzaría notas de 6, 7, 8, 9, e incluso 10, aunque este último nivel es casi inalcanzable dado que la perfección no es una cualidad humana. Pero, curiosamente, ninguno de los líderes valorados llega al 5. Suspensos todos. Será por eso por lo que se esfuerzan y pelean por todos los medios para repetir en los cursos (políticos) sucesivos.