CARLOS HUE. Psicólogo y Doctor en Ciencias de la Educación.


Recojo en este artículo algunas de las magníficas ideas vertidas en un trabajo de equipos formados por mis alumnos y alumnas en la Universidad San Jorge Senior. El debate se iniciaba con las preocupaciones que tenemos hoy las personas mayores y la mayoría coincidía en una preocupación lógica por la salud y el deterioro físico que nos haga dependientes, por si el dinero ahorrado a lo largo de toda nuestra vida va a ser suficiente para pagar las residencias, por el temor de no saber manejar adecuadamente las nuevas tecnologías tan necesarias hoy en los bancos, las Administraciones o, simplemente, para comunicarnos a través de Internet pero, sobre todo, la falta de valor al que nos reduce esta sociedad.

En este aspecto, se apuntaba toda la contribución que las personas mayores hacemos a la sociedad; con consejeros, dada nuestra amplia experiencia; como ayuda en las casas a nuestros hijos y nietos; como educadores de estos; como mediadores muchas veces en los conflictos familiares; como soportes de afecto, protección y seguridad a toda la familia; como cuidadores de personas enfermas en el hogar, como apoyo económico en momentos de crisis; y, también, como profesionales en actividades económicas, culturales o sociales. Estamos convencidos, decían, que “la inteligencia y sabiduría de los mayores será cada vez más valorada, al igual que los ancianos en Japón o los mayores aborígenes en Australia”.

También se habló de si se debería alargar la edad de jubilación. Así, no parece razonable, como se está estudiando en Suecia llegar a los 80 años, aunque sí que parecía probable de que se llegase a una edad de 70 años. No obstante, se entendía que es una contradicción, ya que son muchos los jóvenes que no encuentran trabajo y no tendría sentido que siguieran en activo aquellas personas que han trabajado toda la vida, mientras las personas de menor edad no encuentran un puesto de trabajo adecuado. Sería más razonable que se redujera el tiempo de trabajo consolidando una jornada laboral de cuatro días a la semana.

Respecto al futuro de las pensiones, se decía, que no hay temor en que las pensiones desaparezcan pues, de hacerlo, habría toda una revolución social. Por otro lado, en relación con la “hucha” de la Seguridad Social se daba por vaciada, sin embargo, se señaló que la Constitución Española determina que “los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos, y que los poderes públicos garantizarán mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad”. Por tanto, para hacer frente a la falta de capacidad del sistema el Estado deberá seguir aportando la cantidad necesaria para complementar esa incapacidad.

No obstante, todo ello, el principal problema a abordar en relación con los mayores es el aislamiento y la soledad. En tal sentido, se propusieron alternativas a las residencias como la potenciación del vecindario a través de los “bancos de tiempo”, la ayuda mutua o “la rueda de favores”. Ojalá, como sociedad, seamos capaces de ofrecer los servicios y el apoyo que estas personas se merecen.

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