Opinión

Degeneraciones

El nacimiento de una nueva célula ocurre cuando otra célula se divide o se unen dos para generar. Lo mismo ocurre en la política cuando dos ideologías se fusionan con un abrazo. Ambos casos suelen incluir un período de crecimiento.

El nacimiento de una nueva célula ocurre cuando otra célula se divide o se unen dos para generar. Lo mismo ocurre en la política cuando dos ideologías se fusionan con un abrazo. Ambos casos suelen incluir un período de crecimiento. En la unión ideológica, en este periodo de crecimiento se elaboran nuevas ideas y leyes y se replica lo vivido. Se consigue más división y la aparición de células o ideas nuevas con la misma o diferente función.

Cuando la proliferación de ideas se hace con cierta incompatibilidad objetiva (debida, por ejemplo, a la escasez de compromiso) surgen fisuras en el control ideológico, de las que muchas proliferan sin que el organismo las necesite. Y así se originan degeneraciones en las estructuras institucionales.

En medicina, biología y ciencias afines, este tipo de procesos se definen como degenerativos, pues se produce un deterioro, estructural o funcional. En política, el fenómeno se aprecia en el tejido social popular.

Es evidente que, desde la aparición de la llamada pandemia, se están produciendo múltiples cambios en las estructuras y organizaciones que regulan la convivencia, dañinos para las instituciones y entidades sociales, judiciales, educativas, sanitarias, etc., con evidente perjuicio para el cuerpo social, que somos los ciudadanos.

La experiencia demuestra que, a medida que pasa el tiempo, aumentan los efectos negativos sobre la funcionalidad de las células -los ciudadanos- y de los tejidos y órganos -el gobierno y las instituciones públicas-. El morbo cursa con pérdida progresiva de las cualidades; alteración de la normalidad; merma en la eficacia o en la viabilidad a causa de cambios degenerativos en la estructura económica, en las normas legales, en los sistemas de enseñanza, en la sanidad….

La degeneración democrática tiene un parangón clínico, pues se parece a la neurodegeneración. Perturba toda la estructura liberal. El mal se inicia en el Gobierno, que es el órgano central. A través de las neuropatías autonómicas y de los medios de comunicación se produce el contagio hasta infectar a la célula receptora -el ciudadano-, que padece con más intensidad la decadencia, hasta llegar a su apoptosis (muerte predeterminada).

Todo esto, unido a un conjunto de deterioros institucionales que afectan a la convivencia, a la paz social, y a la salud dan a la degeneración un carácter progresivo, como si fuera de carácter genético.

Siguiendo con el símil biológico, su etiología se cimenta en la pretensión de reemplazar el avance democrático conseguido por el resentimiento, la reconciliación por el odio y el rencor, resucitando episodios que fueron y no debieron ser. Si las instituciones son las neuronas democráticas, elementos básicos de cualquier sistema generador de ideas, sus axones o ramificaciones se corresponden con las redes (sociales, culturales, sanitarias, económicas, jurídicas, laborales) que trasmiten las sensaciones a todos los tejidos, células y partículas del sistema, sabiendo que, si sufren daños, el sistema no las puede sustituir.

Es frecuente que esta situación esté promovida por la influencia de intereses perversos, promocionados por quienes ejercen el poder. El efecto es que lo conseguido degenera, lo que posibilita la permanencia en el timón de forma inadecuada y dañina para el conjunto, aunque el tumor esté bien nutrido. Quien piense que el crecimiento del tumor es verdadero crecimiento, es ignorante o ciego. O finge serlo.