Opinión

Las puertas romanas del cardo máximo: del Puente y de Cinegia (II)

En el artículo anterior ya narramos el origen de las cuatro puertas romanas construidas en el año 14 a.C., fecha de la fundación de ‘Caesaraugusta’. Pues bien, ahora abordamos dos de las puertas ubicadas en los extremos del ‘cardo máximo’, el eje transversal y de menor longitud que cruzaba la colonia romana de norte a sur.

En el artículo anterior ya narramos el origen de las cuatro puertas romanas construidas en el año 14 a.C., fecha de la fundación de ‘Caesaraugusta’. Pues bien, ahora abordamos dos de las puertas ubicadas en los extremos del ‘cardo máximo’, el eje transversal y de menor longitud que cruzaba la colonia romana de norte a sur.

La puerta del norte tuvo varias denominaciones en distintas épocas. Así, se denominó de Alcántara (o al-qantarah, que en árabe significa ‘el puente’) o de las Barcas merced a su proximidad al puente de Barcas que facilitaba el cruce del río Ebro por la capital zaragozana. Una muestra de dicho puente tuvo lugar en 1269, varios años después de la gran inundación acaecida en 1261.

Un hito importante en el devenir de la puerta septentrional ocurrió en la segunda mitad del siglo XV, pues la construcción del puente de Piedra en 1440, obra de Gil de Menestral, dio paso a la renovación de la puerta que permitía el acceso al interior de la urbe. La nueva fábrica de sillería fue realizada por Gil Morlanes el Viejo y concluida en 1493, de modo que en el frontal que mira al sur colocó una hornacina encima del arco de la puerta y un Ángel Custodio de alabastro policromado en su interior. Por dicho motivo se la llamó Puerta del Ángel a partir de entonces. La estatua se encuentra hoy en el Museo de Zaragoza.

El diseño y la ejecución de la puerta eran muy ricos en detalles y ornamentación. En los extremos del portón que terminaba en un arco de medio punto había dos torreones circulares con almenas en sus coronas, y por encima del arco se colocaron dos balconcillos con el propósito de alzar en ellos el pendón real. Arrimados a las torres se encontraban dos edificios singulares: al levante, la Diputación del Reino, y al poniente, la Casa del Puente, lugar de reunión del Jurado de la ciudad.

José Blasco Ijazo nos dice que el diseño de la puerta fue aprobado por el rey Felipe IV a resultas de una visita a la capital en el siglo XVI, y el mismo autor nos comenta que la puerta se destruyó durante los Sitios de Zaragoza, al igual que los edificios colindantes de la Diputación del Reino y la Casa del Puente. Solo quedó en pie la Lonja.

Una nueva puerta se erigió en la segunda década del siglo XIX, según el historiador Ángel Canellas López (dir.): ‘Aragón en su historia’, en la que destaca un arco ojival encima del portón con dos barbacanas y una logia almenada en la parte más alta. A los lados había dos torreones octogonales, aunque asimétricos, toda vez que el del este era de mayor altura y grosor, rematado por almenas, y el del oeste, de menores dimensiones, cubierto con una cúpula octogonal.

El citado autor nos recuerda que, en razón a la visita a Zaragoza de la reina Isabel II en 1860, se levantó una nueva puerta con ladrillo caravista y parecida a otras puertas medievales ya construidas en el casco urbano, si bien duró poco tiempo porque fue demolida durante la Revolución de 1868.

La puerta romana que miraba al mediodía se llamó Cineja, Cinérea o Cinegia en función de las alusiones al pretor Cinegio de los judíos en la ciudad, según unos autores; o bien a causa de las cenizas de los mártires cristianos en tiempos del emperador Diocleciano (284-305), según otros.  En principio, la puerta estuvo emplazada en el extremo meridional de la calle Don Jaime I, pero fue trasladada y remodelada para una visita de los Reyes Católicos a la entrada de la calle de los Mártires y al popular ‘Tubo’ del casco histórico.

Existen testimonios de que en el entorno de la Puerta Cinegia se repartieron heredades a los conquistadores de la urbe con Alfonso I el Batallador (1118), y que hubo un Mercado significativo que se trasladó en el siglo XIII al sector occidental de la muralla romana con el rey Pedro II de Aragón (1196-1213).

Una ilustración antigua nos facilita describir esa puerta como de fábrica sencilla, en comparación a la anterior, construida con sillería, arco apuntado y tejado inclinado de escasa altura. Los extremos de la puerta estaban adosados a sendos edificios de mayor porte que aquella con grandes ventanales y balcones corridos que se asomaban a la Cruz del Coso, luego llamada plaza de la Princesa, San Francisco y otras. Ahora es la plaza de España.

El final de la Puerta Cinegia es la misma de muchas obras del centro de Zaragoza en la aurora del siglo XIX, por cuanto los Sitios de 1808-1809 destruyeron dicha puerta y casi todos los edificios. Hoy en día, ese entorno es uno de los centros vitales de la ciudad, encrucijada de arterias que se dirigen hacia los cuatro puntos cardinales:  el Coso en ambos sentidos, el paseo de la Independencia y la calle de los Mártires que nos introduce en el laberinto de vías estrechas y cortas que nos recuerda el ayer, el sabor de la rica Historia que albergan sus edificios. Un recorrido de añoranza y alegría por la conservación de ese enclave que nos permite disfrutar a los viandantes de los restos pretéritos, desde los romanos –como el Teatro, las Termas, el Foro o las Murallas– hasta los numerosos palacios renacentistas y las casas modernistas.