María Pilar Gonzalo Vidao MARÍA PILAR GONZALO VIDAO. Investigadora y documentalista


Ione Belarra Urteaga, psicóloga y política española que desde 2021 desempeña el cargo de ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno de España, y secretaria general de Podemos.

No son suficientes sus méritos académicos ni los cargos que ostenta, es mujer, y por lo tanto, susceptible de ser apaleada públicamente con vocablos gruesos, discriminatorios, machistas y miserables. Esto último es una redundancia manifiesta.

Casi hemos superado una pandemia, nuestros derechos sociales se han ido ampliando, la protección laboral e incluso judicial, a pesar de los hooligans de tertulia patrocinada por marca ACME, han contribuido a superar nuestro maltrecho bienestar. En Europa aclaman a nuestro presidente como si de un mesías se tratara, como el nuevo milagro energético español teniendo a Putin cabreado sobre un tablero de ajedrez, pero lo que importa son los pezones de la Belarra.

Una mujer con aspecto angelical, casi virginal me atrevería decir, con esos ojos grandes, profundos y azules que podrían recordar más a la Madonna Pietra degli Scrovegni que a Dita Von Teese, claro que, ¿qué importaría eso?

Volvemos a los tiempos del oscurantismo, de la discriminación sin tapujos, de la culpabilización, del señalamiento público… es que iba provocando.

Los pezones de las mujeres son un arma de destrucción masiva, no se encontraban en Irak como algunos pensaban, los tenemos delante de nuestras narices en el mundo occidental, dispuestos a mirarnos de frente, apuntando la bajeza moral, reclamando un espacio que no solo debe ser privado sino público. ¿Alguien se ha parado a pensar por qué los pechos de las mujeres son censurados, pixelados, distorsionados y condenados en redes sociales, telediarios y hasta en lugares donde todavía algunas mujeres tienen que amamantar en un cuarto de baño?

Quienes nacimos con la dictadura y fuimos adolescentes en democracia vemos un serio retroceso, un enjuiciamiento que nos acerca peligrosamente a esa España profunda, nacionalcatólica que vigila, oprime y sentencia.

Los medios de comunicación no han estado a la altura. Ninguno de ellos. La caspa más nauseabunda se ha posado encima de nuestras tabletas, móviles y teles de plasma. Es la versión 2.0 de las Buby girls cantando solas en la plaza del pueblo mientras los garantes de la compostura niegan la libertad a un alcalde que solo quiere llevar progreso a Valdemorillo, solo que esto no es turismo aunque sí sea un gran invento. Una serie de agitadores sin ética ni vergüenza han arrastrado el derecho al honor e imagen de una persona, que estando o no de acuerdo con sus ideas, siempre ha mostrado serenidad, cercanía y saber estar en todas y cada una de sus intervenciones, pero lo que importa son los pezones de la Belarra.

En 1862 se instalaba una fuente de vecindad en las inmediaciones del Coso zaragozano, frente a la Audiencia, la llamada Aretusa. Salida de los talleres de Averly, mostraba alegre sus pechos dejando que el agua, fuente de vida al igual que los pezones que proporcionan placer y sustento, brotara para regocijo de los viandantes. No tardaron en llegar anónimos a las redacciones de los periódicos de la época. Pedían que retiraran la fuente ante tal barbarie de desnudez, ¡habrase visto desvergüenza! ¡Que la derriben! ¡Que le tiren cañonazos hasta que desaparezca de nuestra vista!

Cinco años después la desmontaban de la vía pública.

Curiosamente nunca dijeron nada sobre la desnudez de la fuente de Neptuno, despojado de ropajes de cintura para arriba como la Aretusa, incluso con menos ropa que esta en sus extremidades. No hemos cambiado demasiado desde entonces.

Belarra ni siquiera nos ha mostrado sus pechos, solo ha ejercido su libertad de decisión de llevar o no un sujetador. Algo que a priori queda dentro de su intimidad, tras su atuendo, pero la radiografía mediática es tal que los cañonazos que en su día pedían acabar contra nuestra preciosa ninfa, hurtada de su lugar original, hoy puede que pulvericen a una mujer que en nada se verá inmersa en la lucha electoral.

El poder, ahí es nada. ¿Qué podrán más, dos tetas o su carrera?

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