Opinión

Las puertas romanas del decumano máximo: Valencia y Toledo (III)

De las cuatro puertas romanas ya citadas en artículos precedentes, nos quedan dos de ellas; esto es, las situadas en los extremos del ‘decumano máximo’ que cruzaba la colonia cesaraugustana de este a oeste –por las calles Mayor, Espoz y Mina y Manifestación, respectivamente–, denominadas de Valencia y Toledo.

De las cuatro puertas romanas ya citadas en artículos precedentes, nos quedan dos de ellas; esto es, las situadas en los extremos del ‘decumano máximo’ que cruzaba la colonia cesaraugustana de este a oeste –por las calles Mayor, Espoz y Mina y Manifestación, respectivamente–, denominadas de Valencia y Toledo.

La puerta oriental, al final de la calle Mayor, realmente se denominó de varias maneras según las épocas. Así, tuvo el apelativo de Romana porque se dirigía hacia la capital imperial, del Este por su situación geográfica en el recinto murado de la ciudad, Alquibla debido a que estaba orientada hacia La Meca, y de Valencia porque permitía su conexión con el antiguo camino real de Zaragoza a Valencia.

De la etapa primitiva de la puerta Romana se conservan sillares en el Museo de Zaragoza con la inscripción ‘Porta romana / Qui Faciunt te lares / Regedans’; y alguno permanece en una casa anexa a la puerta. La traducción del texto latino es distinta en función de los autores, aunque una de las más recientes, formulada por A. Canto en la ‘Guía del Museo de Zaragoza’, dice: ‘(Ésta es la) Puerta de Roma. Los que la hacen se ocupan de labrar, y regalan, (las imágenes de) los Lares tutelares’. Otros, no obstante, manifiestan que significa ‘Puerta romana, los que te hacen que regreses a su patria’.

Existen documentos que afirman que en 1155 en los laterales de la puerta hubo dos torres que lindaban con viviendas particulares; en 1358 se realizaron obras de restauración; y en1415 se produjo un incendio que afectó a su entorno. La puerta fue derruida durante los Sitios de Zaragoza (1808-1809) y erigida poco después, con noticias del año 1853 por su unión al Mercado de la plaza de la Magdalena, acorde con lo que dice Blasco Ijazo. Pasados quince años se sabe que fue de nuevo demolida, tras su aprobación por el Consistorio, con el fin de dar mayor amplitud a la plaza y a la Universidad inmediata.

La Puerta de Valencia permitía el acceso desde el Coso hacia la parroquia baja de la urbe, de El Gallo o de la Magdalena –de estilo mudéjar, siglo XIV–, después de cruzar la plaza que fue Mercado de Abastos al aire libre y que competía con el Mercado principal de la Puerta de Toledo, abierto desde el siglo XIII.

La estructura de la Puerta de Valencia era sencilla: con arco de medio punto, de elevada altura para el paso de las caballerías y edificios adosados con balcones que se asomaban al Coso. Una imagen de esa puerta puede observarse en el mural pintado entre las calles Mayor y San Cristóbal, que recuerda su figura y recrea la vista al viandante en su paseo hacia el casco histórico.

La puerta occidental del decumano tuvo asimismo distintos nombres: del Oeste por su lugar geográfico en el perímetro romano, Beikala –que significa ‘inmediata al castillo’–, por dirigirse a la Aljafería, y de Toledo porque era la salida natural hacia dicha capital castellana. Distintos nombres que justifican el levantamiento de esa puerta monumental como lugar de paso obligado de los monarcas en actos solemnes, desde el palacio de la Aljafería hasta la catedral de San Salvador. Por el arco de la puerta desfilaban las comitivas reales para la coronación, procesiones o celebraciones singulares.  

La citada puerta estaba situada entre el actual Mercado Central y los restos de la muralla romana, limitada aquella por la calle Manifestación, al sur, y la avenida de César Augusto, al oeste. El portón de la puerta original, con arco de medio punto de sillería, estaba flanqueado por dos enormes torres, a semejanza de los torreones de las murallas, de gran diámetro y altura, y almenas en sus coronas. En los lados de las torres se apoyaban sendas viviendas de la misma altura.

De acuerdo con los ‘Anales de la Corona de Aragón’ de Jerónimo Zurita, los torreones tuvieron función de cárcel Real en 1440, tras el traslado de los presos desde su antigua ubicación, en los anexos a la Puerta Cinegia; y más tarde, en 1556, la Puerta de Toledo fue cárcel de ‘Manifestados’, llamados así a los que buscaban auxilio ante alguna injusticia, según los fueros de Aragón. Las vicisitudes de ese acceso a la ciudad han sido diversas, de alegre y triste recuerdo, como las ceremonias y las ejecuciones. Acerca de este punto, en el cuadro ‘Capitulaciones de Lanuza’, obra de Eduardo López del Plano (1864), la Puerta de Toledo quedaba en el fondo como marco principal de ese luctuoso suceso.

Con el paso del tiempo, la puerta se fue deteriorando y en 1842 se demolió por su estado ruinoso. Ahora solo queda un arco junto a la estatua de César Augusto como recuerdo de su situación hasta mediados del siglo XIX y un trampantojo entre las calles Manifestación y Salduba.

La Puerta de Toledo ha sido querida y enraizada en el pueblo por diferentes razones y ha tenido numerosas evocaciones en la vida cotidiana y festiva; una copla decía: ‘En el arco de Toledo / hay muchas cosas que ver, / muchos grillos y cadenas / y muy poco que comer. / Adiós, arco de Toledo, / ¡cuántos suspiros me cuestas! / si fueran granos de trigo / sembrara el monte y la huerta.

En suma, cuatro puertas romanas se abrieron en el recinto amurallado y conformado por el Coso, la Albardería, la plaza del Mercado, la Tripería y el río Ebro. Aparte de esas puertas principales, hubo otras secundarias o pasajes; a saber: Postigos del Abrevadero del Mercado, de los Aguadores, del Fosar de Santa María la Mayor que salía al Ebro, de Francoy, de la Judería y del Estudio; Trenques de la calle Nueva y del Tesorero; y Puertas de la Carnicería y Nueva, junto a San Felipe.

Más tarde, la ciudad se fue expandiendo, la población aumentó y se construyó una nueva muralla exterior a los límites de Cesaraugusta.