Opinión

Sobre las artes y hacer botijos

La tentación de sentirse artista parece que sobreviene a cualquier persona. Incluso aquellas que en su vida cotidiana comprueban que sus aptitudes son medianas es fácil que se apresten a hacer música, literatura, bellas artes…
Javier Barreiro, escritor.
photo_camera Javier Barreiro, escritor.

La tentación de sentirse artista parece que sobreviene a cualquier persona. Incluso aquellas que en su vida cotidiana comprueban que sus aptitudes son medianas es fácil que se apresten a hacer música, literatura, bellas artes…

En estos tiempos de inclusión obligatoria y exclusión del disidente, en cualquier momento inventarán el delito de prohibir el desengaño y será penado el intento de disuadir a cualquier individuo de que cultive disciplinas para las que no sólo se necesita una muy larga preparación sino una predisposición natural o genética que aparece raramente. Cada realización tiene su nivel o su casilla y, si bien todo el mundo tiene el derecho de intentar escribir, pintar, hacer música, o cine y procurar perfeccionarse en tales prácticas, ha de tener el talento y la modestia de percibir que el verdadero artista lleva dentro el genio –el gen- y el resto sólo puede aspirar a la artesanía.

La cocina –hoy llamada restauración o gastronomía, palabras que significan otra cosa- ha conseguido abrirse un hueco en esa primera división de las artes, cuando, en propiedad, tampoco podría llegar a aspirar más que a la artesanía. Entiéndase que es perfectamente lícito titular “El arte de la cocina” un libro, programa o congreso, pero sólo si la palabra es utilizada en el sentido de habilidad, buen hacer, oficio… Cuando un cocinero se cree artista, aunque sea tan bueno como el repostero de El Celler de Can Roca, pasan cosas como esta:

Jordi Roca declaraba a un periodista de El Mundo (9-X-2017): “… estamos incorporando a nuestra pastelería una crema de libro viejo hecha con la técnica del enfleurage: untando con grasa desodorizada, se capta el aroma de las flores, se disuelve en alcohol y luego se destila para obtener el aroma absoluto. Pero en lugar de usar flores, usamos páginas de libro viejo y obtenemos ese aroma de librero”.

A mucha gente estas cosas le parecen glamourosas pero quienes no se dejan llevar por las tontadas de moda e, incluso quienes verdaderamente llevan el glamour en su personalidad todo esto le suena a majadería con pretensiones. Escuchemos a alguien que sí lo poseía, Marlene Dietrich:

El glamour reside en la seguridad física y mental, en saber que, sea cual sea la situación, estás a la altura.

Cuando se define el arte no se debe olvidar su condición de actividad gratuita, es decir, que quien lo goza y aprecia no recibe gratificación material alguna, sino una felicidad o bienestar conceptual y sensitivo que traslada su percepción a otros niveles. El propio Darwin escribió en El origen del hombre, acerca del arte considerado más conceptual:
“Como ni el disfrute de la música ni la capacidad para producir notas musicales son capacidades que tengan la menor utilidad para el hombre (…) deben catalogarse entre las más misteriosas con las que está dotado”.

Como apenas hay neurociencia musical anterior a 1980, sabemos todavía muy pocas cosas pero todos hemos apreciado la tenacidad de la memoria musical y ahora se trabaja con ella en los procesos degenerativos de la mente. Oliver Sacks en su apasionante Musicofilia nos informa de otros muchos misterios sorprendentes, así el caso de Tony Cicoria, que, tras ser alcanzado por un rayo, fue poseído por la música de una forma tenaz y abrumadora.

Sin embargo, la música, que a la mayoría nos arrastra, no es para todos. Un genio indiscutible como Dalí, además de olvidarse de la danza, la colocó la última en su orden de las artes: Pintura, escritura, escultura, arquitectura, cine y música.

Sea como sea, aprovechemos el genio ajeno para disfrutar de las artes que nos afecten y, si nos sentimos artistas, no olvidemos que el arte surge del conflicto, el sufrimiento y la inadaptación. Es preferible apuntarse a la artesanía y hacer botijos o diseñar moda, actividad al parecer accesible hasta para los campeones en burricie.