Opinión

Turandot 2023

Extraordinaria interpretación la del domingo día 5 de marzo en el Teatro Principal de Zaragoza por parte de la multicultural Compañía de Ópera 2001 de esta magistral obra del italiano Giacomo Puccini.

Extraordinaria interpretación la del domingo día 5 de marzo en el Teatro Principal de Zaragoza por parte de la multicultural Compañía de Ópera 2001 de esta magistral obra del italiano Giacomo Puccini.

Agotadas las entradas, se esperaba que acudiera mucha gente. Habíamos llegado con media hora de adelanto para poder sentarnos tranquilamente.

Tras sucesivos afinamientos de los metales, las cuerdas y demás secciones de la orquesta, por fin se abrió el gran telón rojo. El pueblo llano junto cantando acorde la temática que se cierne sobre el reino del emperador, repleto de dolientes y de sufrimientos por doquier.

Hay una poderosa razón para ello… Procuraré hacer un buen relato tanto de lo visto como de lo escuchado. Anticipo que la caracterización de los personajes fue genial. Deliciosos trajes bordados y la encomiable destreza de los que los vestían. En efecto Quienes los portadores de estos atavíos hicieron gala de una teatralidad imborrable. Los gestos de sus caras, los del cuerpo, las voces supusieron un gran deleite para todos los que permanecimos impertérritos en nuestras butacas.

Comienza la acción por parte de los exiliados. Padre y acompañante por un lado; e hijo por otro. Son éstos dos familiares miembros de la realeza que han sido apartados de su reino. Hasta que se reencuentran en tierras distintas.

El hombre mayor, ciego, con la joven muchacha, le acompaña por propia voluntad, ya que el vástago del viejo le sonrió una vez en la corte. Y con ese tan agraciado detalle se quedó su espíritu, eternamente agradecido. De ahí que decidiera cuidar del añejo señor.

Y aquí empieza la trama: el mozo Calaf había sido testigo de la tremenda belleza de la princesa de aquel lugar en el que actualmente se ubicaban. Quedó totalmente prendado de ella. De tal modo que nada ni nadie puede hacerle cambiar de opinión a la hora de enfrentarse a la resolución de tres acertijos para así poder salvar la vida y llegar hasta quien incomparables encantos físicos posee.

Todos los candidatos precedentes habían fracasado en el intento. Por eso precisamente no había rincón de la población que no estuviera teñido de rojo flujo bombeado desde el interior del ser humano. Muchas eran ya las cabezas que habían rodado hacia un suelo agotador, alfombra de despojos.

Sin embargo, las cosas iban a cambiar ¡Y de qué manera!

No hay ente de carne y hueso que se permita la licencia de aconsejar al príncipe extranjero que se mantenga alejado de semejante insano y aterrador propósito. No obstante, lo que sucede es justo lo contrario. Las repetidas insistencias son de una ralea tan recurrente que el regio soltero se crece en su empeño. Y mayormente conforme le van advirtiendo del supuesto peligro con demasiada claridad.

Danzas, tentaciones y ofrendas extremadamente golosas. Para nada. Ahí se queda mirando, sin ninguna clase de asombro. Deja pasar lo que considera sin importancia para no cejar en su camino.

El determinado sujeto empuja la situación para pasar ya de lo pasivo a llegar a la cumbre de la altivez de la princesa de aquellos parajes chinos.

El regente del país ruega al valiente mancebo que no desea más derramamientos de sangre. Por lo que le invita a abandonar su sueño. De nuevo, nada que hacer.

Como siempre, la inalcanzable sucesora del mandatario quiere evitar que manchen su blancor. Se muestra esquiva, alardeando de su procedencia divina e intocable.

Entre estas escenas, surgen los minutos de confesión de la orgullosa parlante. Se atreve a contar la causa de tanta miseria mortecina: épocas casi perdidas en la memoria un ancestro suyo había sido deshonrada. La famosa dama no iba a consentir que el suceso se repitiera. ¡De ningún modo y bajo ningún concepto!

Desde aquel momento nació la idea de las pruebas llevadas a cabo hasta la crítica etapa de la seguridad del territorio, siempre en riesgo de exposición por parte del deslumbre de la suntuosa zagala, causa de que los aspirantes a su mano estuvieran en vilo hasta el último suspirar.

Después del desfile entre un hieratismo y movilidad confidentes, una serie de variopintos individuos va a hacerse la concreción de la citada hora de la verdad.

Los tres ministros imaginan despiertos en que quizás, de una vez por todas, la perceptible luctuosidad desaparezca de aquel remoto sitio.

A medida que el protagonista masculino adivina los enigmas con los que la profesional femenina equiparada a su rango le resta, público de toda condición va quedando estupefacto. Las sombras de duda se van disipando como la niebla bajo un ardiente sol.

Ha acertado los tres: la esperanza, la sangre y como ella es llamada.

Nuestro querido jovenzuelo da a la fría y quejosa niña grande una oportunidad, que adivine su nombre y, al hacerlo, perecerá al alba ya que siente que le molesta su presencia… Es cuando acotan a Liú, la cuidadora del papá de quien osa ir pasando las fabricadas barreras de la enojada. La criada, sabedora de la solución, no desvela el nombre del intrépido mozalbete que, poco a poco, va aproximando a la orgullosa. Incapacitada de resolver el enigma ordena que nadie duerma esa noche en la ciudad buscando, indagando la denominación del desconocido (Nessun dorma!).

La fiel doncella es profundamente torturada hasta que le dan el postrero golpe. Una conmoción por tan hecho sin igual se respira en el ambiente. A la par que cierto miedo por la venganza del alma de la recién suicidada.

Los contornos de las figuras se van hallando en comunión con lo que van diciendo. La vecindad de los cuerpos va siendo conjunta. Es el segundo en el que están unidos por algo en común.

Aunque tiene la sensación de estar mancillada, va cediendo un milímetro más de campo al inteligente enamorado. De tal fortuna que, al final, se aventura a pronunciar la nomenclatura del despierto caballero: AMOR, el rescate del hielo procedente del interior de la distante chica.

Se hace la nocturnidad impenitente. Se oye decir algo a alguien de fuera del escrito de Adami y Simoni entre que una composición melódica se troca en misterio. Los asistentes de mi izquierda susurran que anda que no hay elementos sueltos por ahí que van sembrando temblores.

Igual que pasa en la realidad, así como el fuego de adentro quema las vanaglorias y los malos haceres de los conformistas con el daño por el daño entre diversiones, desde el lado amable de la luz, discurre la bondad de los corazones entregados a la magnífica pasión por los latidos del pleno regocijo de la fortaleza del corazón.

Se ha fijado el destino en el correr de Turandot y Calaf. Se consuma su felicidad.