Opinión

Las puertas medievales de oriente: Sol y Quemada (V)

Continuando con el recorrido por las puertas medievales de Zaragoza, hoy escribimos acerca de dos que miraban a oriente, hacia la salida del sol que las iluminaba con sus primeros rayos; y precisamente así se denomina la primera de ellas, puerta del Sol, en tanto que la emplazada en el mismo lado, pero al sureste del recinto murado del Medievo, se la llamaba Quemada por lo que luego explicaremos.

Continuando con el recorrido por las puertas medievales de Zaragoza, hoy escribimos acerca de dos que miraban a oriente, hacia la salida del sol que las iluminaba con sus primeros rayos; y precisamente así se denomina la primera de ellas, puerta del Sol, en tanto que la emplazada en el mismo lado, pero al sureste del recinto murado del Medievo, se la llamaba Quemada por lo que luego explicaremos.

La puerta del Sol estaba emplazada en el vértice noreste de la muralla, punto de encuentro del Coso Bajo y el paseo de Echegaray y Caballero, dejando extramuros la plaza de las Tenerías y el arranque del puente de Nuestra Señora del Pilar (o de Hierro) que cruza el río Ebro a su paso por Zaragoza. La construcción de la puerta conocida data de 1749, si bien antes estuvo en su lugar el postigo del Ebro, dotado de una puerta para controlar el paso de personas y mercancías, pues cumplía la función fiscal de cobrar impuestos por las mercancías que entraban en la urbe.

Por el citado postigo también pasaban los aguadores que abastecían de agua del Ebro a la ciudad, los curtidores que ocupaban los aledaños, los feligreses y estudiantes que se dirigían al templo de la Magdalena o del Gallo y a la Universidad, respectivamente; así como los comerciantes que colocaban sus puestos al oeste de la puerta de Valencia, ya en el caserío romano.

La fisonomía de la puerta del Sol era sencilla, con arco de medio punto de sillares de piedra y muro de ladrillo, y por ello fue llamada por el vulgo como ‘Portaza’, nombre que fue cambiando cuando instalaron encima del arco la figura del Sol, rótulo oficial del ingreso, con un disco construido con piedra negra de Calatorao, formado por un círculo central tallado y grandes rayos que se dirigían en todas las direcciones y servían como reloj. Actualmente ese disco se encuentra en el Museo de Zaragoza.

La puerta, compuesta por dos hojas de madera, se abría al amanecer y se cerraba a las siete de la tarde en invierno y a las ocho en verano, al igual que otras del casco urbano, salvo las de Santa Engracia y el Ángel, que facilitaban el paso a los funcionarios públicos para cumplir sus funciones pertinentes. Dicho cierre se anunciaba con tres golpes en el portón con una vara de madera.

Existen documentos relativos a que la puerta del Sol no consiguieron derribarla los franceses durante los Sitios de 1808 y 1809, al igual que la del Portillo, y que en ese empeño causaron baja millar y medio de aragoneses. En su defensa destacaron sobremanera el brigadier José Miranda y el capitán de artillería Joaquín de Montenegro, entre otros muchos.

Unas décadas más adelante, y con motivo de la función impopular de la puerta, el Consistorio decidió derruirla en 1868, coincidiendo con la revolución acaecida en septiembre de ese año.

Varios han sido los nombres de la puerta situada en el vértice sureste de la muralla medieval. Así, se llamó puerta de la Quemada por la presencia de los carboneros que por lo menudo hacían hogueras en sus inmediaciones, y el viento, los humos y las pavesas alcanzaban la puerta y la teñían con un aspecto ‘ennegrecido’. El carbón vegetal obtenido se vendía en los mercados de las plazas del Carbón y del Pilar, y el no venal se almacenaba en una nave de la plaza de Santa Marta.

Además, la misma puerta ha sido denominada de Cremada a causa de la incineración de herejes, según afirman algunos autores, y vecina a ella se encontraba el parque del Corral de La Leña; alusivo, por ende, a las hogueras y al material combustible. Por último, se llamó puerta del Heroísmo debido a la dura lucha de los zaragozanos durante los Sitios, en donde destacaron los soldados por su valor contra los franceses y, de manera distinguida, el teniente coronel Francisco Arnedo y el barón de Erruz.

Pues bien, de esa puerta –situada en la intersección de las calles Asalto y Heroísmo, inmediata a la orilla izquierda de la Huerva– existe información del siglo XVII, y sus dibujos nos muestran que su fábrica era tosca, tipo portón, con dos hojas de madera y un dintel de ladrillo en el que se apoyaba un pequeño tejado. Con el devenir del tiempo, la puerta se fue deteriorando y, al final, en 1785, se derribó con el fin de construir otra.

La nueva construcción disponía de mayor altura y estaba dotada de dos balcones en la parte superior: uno miraba extramuros a la muralla medieval y se orientaba hacia el Bajo Aragón; y el otro, de tamaño similar, miraba hacia la puerta de Valencia, punto de paso habitual de los transeúntes que se dirigían al centro urbano. La obra perduró hasta 1809, final del Segundo Sitio de Zaragoza, con la capitulación de la ciudad y la destrucción casi completa de la puerta de la Quemada, pues sólo quedaron unos pocos restos. A partir de entonces, en el mismo lugar hubo un postigo de paso con la misión de vigilancia y de recaudación de impuestos, el cual fue muy criticado, de forma que aquel se destruyó en 1868. Posteriormente fue reconstruido hasta que, en 1904, se demolió para siempre y en sus proximidades se erigió la puerta del Duque de la Victoria.