Opinión

785 aniversario de la consagración del Monasterio de Rueda

Entre las localidades de Sástago y Escatrón, a orillas del río Ebro, se levanta el bello conjunto monumental del monasterio de Rueda, máximo exponente de la orden cisterciense en Aragón, de lo cual dicen y cuentan las crónicas que, aunque desde alrededor de 1181, gracias a una donación por parte de Alfonso el Casto del castillo y villa de Escatrón a la Orden del Císter, ya se habían establecido en provisionales moradas en la zona.

Entre las localidades de Sástago y Escatrón, a orillas del río Ebro, se levanta el bello conjunto monumental del monasterio de Rueda, máximo exponente de la orden cisterciense en Aragón, de lo cual dicen y cuentan las crónicas que, aunque desde alrededor de 1181, gracias a una donación por parte de Alfonso el Casto del castillo y villa de Escatrón a la Orden del Císter, ya se habían establecido en provisionales moradas en la zona,  fue en una fría mañana entre 1202 cuando en unos terrenos cerca de la villa de Escatrón, pero en la otra orilla del río Ebro, se colocó la primera piedra del que sería conocido con el paso del tiempo como el definitivo asentamiento del actual Monasterio de Rueda, estando ya prácticamente estructurada su iglesia abacial en 1226, por lo que en ceremonia dirigida por el obispo zaragozano Bernardo de Monteagudo se le concedió la consagración a su altar mayor en marzo de 1238,  hace 785 años de ello. Ciertamente, esta consagración indica que el monasterio, aunque los trabajos de edificación y estructuración continuarían hasta el siglo XV, dando fe de ello la variedad de estilos del lugar, como son el barroco, herreriano, gótico e incluso el mudéjar, del cual su torre mudéjar octogonal añadida en el siglo XIV es el mayor exponente. Y es que durante el paso de los siglos el edificio amplía considerablemente sus estancias hasta conformar, entre otras, un clásico cenobio medieval con iglesia, sacristía, claustro, armarium, sala capitular, locutorio, scriptorium, calefactorio, refectorio, cocina y cilla (espacio destinado al almacenamiento de alimentos), levantándose sobre el ala capitular el dormitorio, con sus dos escaleras de comunicación hacia la iglesia y al claustro, siendo en el siglo XVI cuando se construye el palacio abacial, hoy reconvertido en hotel.

Las infraestructuras hidráulicas del monasterio comenzaron a construirse prácticamente desde el comienzo de la constitución del monasterio, siendo un aspecto de gran interés, no sólo por su singularidad, sino por la robustez e integridad de la misma como demuestra su estado de conservación, de lo que da fe tanto el azud construido en el río Ebro, que desviaba el agua por un canal hasta su elevación por la famosa noria y su imponente rueda, una de las mayores de la península con sus dieciséis metros de diámetro, y que estuvo en funcionamiento hasta las primeras décadas del siglo XX, a través de la cual se efectuaba la distribución por el monasterio mediante canalizaciones subterráneas.

La comunidad del monasterio pasó por etapas tanto difíciles como magnificas, pero es ya en el siglo XIX, cuando primero la destructiva Guerra de Independencia, y posteriormente y como puntilla la desamortización de Mendizábal, marcan definitivamente su decadencia y ruina, ya que aunque la zona medieval quedó en manos del Estado, ello no evitó su saqueo y el traslado a otras parroquias y vete a saber dónde –manos privadas- de bienes muebles como retablos, sillerías y lo que pudiera sustraerse, llegando a un lamentable estado que en los años 80, cuando visité por primera vez el lugar, pude comprobar personalmente el estado de deterioro tan avanzado que, viendo hoy cómo luce el monasterio, difícil es creer que se haya podido revitalizar y reconstruir tan magníficamente, a pesar de los detractores que manifiestan que se nota “muy visiblemente” la restauración, a lo que hay que hacer oídos sordos, quizás porque ellos no vieron el estado en que se encontraba hace unas décadas. Yo personalmente, se note o no, lo prefiero ver actualmente así que no la ruina que mostraba antes de la reforma.

Sobra decirlo porque de todos es conocido, pero tras ese periodo de abandono, ruina y saqueo, uso inadecuado del lugar y caída en manos privadas que motivo casi su total ruina y seguramente desaparición si nada se hubiera hecho, el lugar que desde 1929 pertenecía a la empresa Electro Metalúrgica del Ebro, el 11 de diciembre de 1990 lo cedió a la Diputación General de Aragón, siendo su inscripción registral el año 1998, como asimismo, la zona medieval del monasterio, que había permanecido en manos del Estado, pasó a la titularidad del Gobierno de Aragón poco después, el día 4 de septiembre de 1998.

Y así, por suerte, desde esa década de los 90 hasta iniciado el siglo XXI su restauración fue asumida por la Diputación General de Aragón, acometiéndose durante unos catorce años las reformas clave para su restauración, consiguiéndose así su salvación, por lo que hoy en día se puede disfrutar de la belleza del lugar, de un bello monasterio que con sus ochocientos años de historia, símbolo e integrante de nuestro pasado, camina con humildad hacia adelante gracias a que se decidió con su decidida recuperación salvarlo de su desaparición.

Y por cierto, el Camino Jacobeo del Ebro pasa por la misma puerta del monasterio, así que un eterno caminante como soy, hace escasos días por allí pasé…