Opinión

No todo vale

La semana pasada tuvo lugar la presentación de la plataforma NEOS en NH Collection Gran Hotel de Zaragoza, a la cual tuve el privilegio de asistir.

La semana pasada tuvo lugar la presentación de la plataforma NEOS en NH Collection Gran Hotel de Zaragoza, a la cual tuve el privilegio de asistir. Presentada magistralmente por el exministro de Interior Jaime Mayor Oreja, y concluida por la insigne e histórica exdirigente política María San Gil, fue un encuentro donde se respiró libertad, sentido común y férrea afirmación en las convicciones. Ante la imposición del pensamiento único y las dominantes ideologías tóxicas, esta plataforma, que hunde sus raíces en la solidez de aquellos principios que dignifican al ser humano, trae consigo un aire reparador.

NEOS (norte, este, oeste y sur) es una alternativa cultural inspirada en los valores del humanismo cristiano, alejada de ser una musa para la creación de partido político alguno. Su razón de ser es combativa pero respetuosa, sirviendo de contención al totalitarismo que orquesta el radicalismo nacional de la izquierda española, también respaldado por sus palmeros autonómicos, e integrado asimismo por aquellas formaciones que impúdicamente alardean de progresistas.

Frente al coyuntural caos social, a la intransigencia de opiniones y frente al despótico desmán positivista, NEOS busca recuperar el rumbo que encumbra al ser humano defendiendo aquellos fundamentos que nutren la condición humana en sus numerosas vertientes: defensa de la vida desde su concepción hasta la muerte natural, libertad religiosa, libertad de expresión, libertad de educación, búsqueda de la verdad y dignidad de la naturaleza humana, entre otros.

Todo este elenco de fundamentos, que no son novedosos, están apoyados en nuestra Constitución del 78 y articulados en Declaraciones y Tratados internacionales, pero, no obstante, se encuentran luctuosamente fragmentados, desnaturalizados y pervertidos por tétricos intereses económicos, por el nihilismo, por la ansiada posesión material, por la práctica abusiva de poder y por la corrupción más versionada.

Con todo, se observó en la presentación del evento la ingente cantidad de personas que piensan de este modo (a pesar de estar retraídas por el azote contextual), en un ideario tan sencillo y racional como el que invoca dicha plataforma. No nos llevemos a engaño, las crisis sociales, económicas, políticas e intelectuales proceden de las crisis existenciales de las personas y del vacío que genera la falta de compromiso o la indiferencia en cuestiones de profundo calado.

Si el ser humano está huérfano de valores y de principios rectores, nada tendrá sentido para la realización de proyectos constructivos que den cohesión social, ni para la consecución de objetivos alejados del peligro individualista. Sin fundamentos la estructura humana se aboca a sí misma al suicidio, dejando de ser la protagonista de sus propias decisiones, orientadas a la búsqueda de la verdad sin manipulaciones.

La crisis de la modernidad es hoy un desafío a la sólida cultura universal y un ataque frontal al cristianismo, por medio del cual fueron puestas las bases en nuestra cultura occidental. El pragmatismo exhibido como equilibrado y efectivo no lo es tal al negar la dimensión excelente y absoluta de los principios inmanentes a la naturaleza humana. La apostasía galopante en el seno europeo rechaza los valores absolutos y universales que están inscritos en el corazón humano. El relativismo inicuo divulga la convicción de que la aprobación y la prelación de los bienes materiales es la única senda para atender al discernimiento de su particular y nefanda “moral”.

El término “laico” ha colmado el vocabulario de nuestras agendas: pensamiento laico, moral laica, ciencia laica, política laica…Un laicismo enfermizo que pretende desplazar a Dios de nuestras sociedades, para dar paso a un fundamentalismo ácrata orquestado por la pura razón y las apetencias. Hoy, como ayer, al cristiano se le exige la valentía para ir contra corriente, manifestando abiertamente su fe, porque en eso consiste la libertad, dándose a los demás y realizando su labor a tenor de los preceptos suscritos en el ordenamiento doctrinal divino.

El cristianismo no puede ser una religión “privada”, pues perdería su propio aliento. Mucho se habla de derechos humanos, pero son pocos los que se respetan. “La libertad religiosa, como expresión de una dimensión que al mismo tiempo es expresión individual y colectiva, debe incluirse en aquellos (…) Es inconcebible que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos -su fe- para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos” (Papa Benedicto XVI, discurso en la ONU 18/IV/2008).  

Debemos recapacitar sobre Occidente, Europa, España, donde la familia ha sido golpeada brutalmente y corre peligro de ser desintegrada paulatinamente.  A la sazón, los censos demográficos, a la baja, son escalofriantes, puesto que la concepción de la libertad se ve como una facultad de elegir autónomamente, movida por una “ética correcta” en donde se manifiesta la verdadera injusticia y la falsa solidaridad.

El cristianismo con sus valores universales ha forjado y desempeñado un rol histórico en la construcción de Europa, siendo el asentamiento fundacional de esta, dotándola de una identidad propia, antes moral y cultural que económica, política o territorial. El odio político y el enfrentamiento social, alienados por el rigor inexperto de quienes pretenden controlar los retos de la existencia humana, no obtendrán éxito alguno si la formación de la ciudadanía es acorde con la integridad de sus convicciones, así como la puesta en escena de las mismas. Ser testigo no es fácil, pero es gratificante.

El Papa León XIII, en su encíclica Sapientiae Christianae, exhortó que “guardar silencio cuando desde todas las partes se levantan tales clamores contra la verdad, es propio de un hombre carente de carácter o de quien alberga dudas sobre la verdad de lo que profesa creer (…) Los cristianos han nacido para el combate del que cuando mayor es la vehemencia, tanto más seguro, con la ayuda de Dios, es el triunfo (…) Tened confianza; Yo he vencido al mundo -Jn 16,33-.”

Porque la fe no puede sobrevivir si no se alimenta, si no es activa en la práctica del desprendimiento y la generosidad; porque el laicismo no puede imponer una visión globalista relegando la imparcialidad y la neutralidad requeridas; porque el miedo no debe acelerar la apostasía silenciosa; y porque la verdad nos hace libres…enhorabuena a la plataforma NEOS “porque no todo vale”, y a todas aquellas organizaciones que aboguen por la libertad auténtica y huyan de la pérfida esclavitud progresista.