Opinión

Otros trasplantes

Al realizar el habitual ojeo matutino de la prensa en papel, acaso por mi deformación profesional biomédica, interpreto con cierto prisma clínico las cosas que se publican.

Al realizar el habitual ojeo matutino de la prensa en papel, acaso por mi deformación profesional biomédica, interpreto con cierto prisma clínico las cosas que se publican. Tengo, así, una interpretación personal de cierta pandemia en los últimos años que percibo como democraticidio gubernamental. A veces, incluso con apoyo en los avances tecnológicos, me resulta difícil identificar al paciente: ¿España?, ¿el Estado de las Autonomías?, ¿la nación de naciones?...

Como siempre, recurro a la historia clínica y compruebo que el proceso degenerativo institucional viene incubándose en legislaturas anteriores. En ellas, los egos ideológicos de ambos hemisferios parlamentarios -y podría añadirse el centro-, dada la inestabilidad perceptible, no han permitido hacer la debida profilaxis, la prevención democrática institucional y mucho menos durante las urgencias. Por eso se ha cronificado el proceso, que presenta mayor dificultad para el tratamiento. Al dar la espalda a la realidad, perduran, como ahora dicen, virus permanentes y secuelas institucionales que pueden ser irreparables.

La defunción democrática se produce cuando las células que rigen los órganos institucionales dejan de funcionar por completo o actúan muy débilmente. Hay dilatación legislativa, arreflexia económica, social y cultural, que gracias a pactos irregulares e interesados que permiten a las sufridas instituciones respirar con un ritmo deficiente, marcado por subvenciones. La coalición artificial puede mantener el jadeo democrático y el latido totalitario durante un tiempo, pero, una vez que ocurra el fracaso democrático institucional, nada podrá mantener a los demás órganos funcionando indefinidamente.

En lenguaje sociobiológico, mi impresión es que nuestra democracia necesita un trasplante ideológico multiorgánico. La sustitución de los órganos o tejidos que no funcionan por otros que lo hagan adecuadamente. Técnica, muy desarrollada, que permite que muchas personas (o sistemas) vivan o mejoren su calidad de vida o actividad. Se lograría que ambos hemisferios del Estado trabajasen y uniesen esfuerzos en beneficio de las instituciones (órganos) y los ciudadanos (células), por muy desigualmente que nos haya dotado la naturaleza (los progenitores, uno o ambos).

Los conocimientos actuales hacen posible que un gran número de patologías democráticas institucionales pueda ser tratadas mediante un trasplante ideológico multiorgánico, mejorando con ello la calidad democrática y la salud de los ciudadanos.
El receptor está definido y reúne todas las condiciones exigidas por las normas biodemocráticas: actividad parlamentaria mínima, educación parlamentaria ausente., legislación educativa antisocial… Hay manifestaciones que anuncian la muerte de la historia, de las ideologías o del Estado nación. Se beneficia a delincuentes más que a ciudadanos honrados y se liberalizan hechos que se acercan al asesinato biológico (eutanasia, aborto). Numerosas medidas de diverso rango y alcance pervierten la democracia, pues, aprobadas por el poder legislativo, se aplican por los tribunales y traspasan así la línea roja para convertirse en una especie de dictadura. Repárese, empero, en que hoy es posible trasplantar cualquier órgano excepto uno: el cerebro. ¿Dónde encontrar donantes? Ese sería el problema.

No todo el mundo está capacitado para ejercer como órgano o mera célula de nuestro sistema de gobierno. Ello hace pensar en el fracaso que genera la incompetencia dotada de poder. No es fácil encontrar donantes que interpreten adecuadamente el nuevo concepto, la nueva expresión clínica y fisiológica -sigo con el símil- de la democracia. Sin embargo, la única posibilidad de que España se enganche al tren de la mejor vanguardia política sería crear injertos bien diseñados y adecuadamente formados para su sistema de trasplantes. Y eso, que empieza en la escuela, no está hoy del todo claro.