Opinión

Concepción Arenal y Pulgarcito

"El problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas". Parece que Bertrand Russell tenía razón. Necesitamos sentirnos seguros, ansiosos por llegar a un país mejor, a un futuro de "tierra buena y ancha, tierra que mana leche y miel".

"El problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas". Parece que Bertrand Russell tenía razón. Necesitamos sentirnos seguros, ansiosos por llegar a un país mejor, a un futuro de "tierra buena y ancha, tierra que mana leche y miel".

Toda revolución, todo gran cambio, deja un rastro. Pulgarcito dejó en la fantasía de los niños un reguero de miguitas de pan. De adultos, no siempre vamos dejando pan a nuestro paso, sino un pesado lastre de burocracia y corrupción.

Seguramente no sabríamos explicar a un ciego de nacimiento qué es el color, ni a un daltónico qué es el rojo. Sin embargo, cuando leemos una buena novela fantástica, por coloridas y extrañas que sean las cosas que nos presenta, todas parecen creíbles, pero cuando cerramos el libro y hacemos el viaje de regreso a nuestra vida cotidiana, ahí se acaba el truco. En eso consiste estar cuerdo, en saber diferenciar un mundo de otro, lo cotidiano de lo fantasioso.

Los eufemismos son un buen ejemplo del mal uso intencionado del lenguaje: daños colaterales por asesinato de civiles; reducción de personal por despido; establecimiento penitenciario, por cárcel; tercera edad (incluso edad dorada) por vejez; invidente por ciego; etcétera.

No pretendemos decir que haya que desterrar para siempre la mentira. Un buen ejemplo nos lo dio Sócrates en su diálogo con Eutidemo. Eutidemo rechazaba la mentira y se mostraba partidario de decir siempre la verdad. Sócrates le planteó el caso de alguien que quiere suicidarse y al que nosotros le ocultamos el cuchillo. ¿Qué conviene en este caso, decir la verdad o mentir?

Alguien pensará que Sócrates defendía la mentira. No es así. Tan sólo defendía la necesidad de razonar. Lamentablemente no hay recetas sencillas que nos digan qué es lo correcto en cada caso. Una ideología nos proporciona automatismos que nos facilitan las respuestas, pero cuidado, una ideología puede controlarnos a modo de un piloto automático, haciendo que las soluciones que hemos automatizado las consideremos siempre correctas, cayendo en los extremos que denunció Concepción Arenal:
"La democracia, como la aristocracia, como todas las instituciones sociales, llama calumnias a las verdades que le dicen sus enemigos y justicia a las lisonjas de sus parciales".