Opinión

195 años después su obra sigue brillando

Respecto de Goya, ya sabemos que todo que podamos decir sobre él o su obra ya se ha dicho gracias a su universalidad manifiesta, al ser uno de esos artistas que cuenta con ese don que le otorgó la providencia dándole creatividad, personalidad, originalidad, entusiasmo e incluso valor para mantener ideas propias acorde a semejante genio creativo, por el cual nos regaló ese arte suyo mezcla de realismo, impresionismo y clasicismo mezclado con neoclasicismo y hasta con toques de surrealismo, algo que te transmite su obra cuando la contemplas y repasas en progresión de fuerza a través del tiempo.

Respecto de Goya, ya sabemos que todo que podamos decir sobre él o su obra ya se ha dicho gracias a su universalidad manifiesta, al ser uno de esos artistas que cuenta con ese don que le otorgó la providencia dándole creatividad, personalidad, originalidad, entusiasmo e incluso valor para mantener ideas propias acorde a semejante genio creativo, por el cual nos regaló ese arte suyo mezcla de realismo, impresionismo y clasicismo mezclado con neoclasicismo y hasta con toques de surrealismo, algo que te transmite su obra cuando la contemplas y repasas en progresión de fuerza a través del tiempo.

Y ya sabemos que nació un 30 de marzo de 1746 en la localidad zaragozana de Fuendetodos y que, como muchos otros artistas españoles, por circunstancias siempre tan distintas pero prácticamente iguales, falleció en el país vecino, en Burdeos, un 16 de abril de 1828, del que ahora se cumple su 195 aniversario.

También es cierto que el Museo del Prado es el receptor de la obra digámoslo fundamental del genial creador, pero eso no quita para que Aragón deje de contar con muestras importantes de su obra en Zaragoza, Alagón, Calatayud, Muel, Pedrola, Remolinos e incluso Huesca, donde hay “goyas” que ver. De lo que se trata es que lleguen al mayor número de personas, de que en ese encuentro cobren sentido y significado para que la obra y legado del genial artista aragonés siga perdurando.

Y por supuesto, aunque no tengamos esas grandes obras que en diversos e importantes museos se encuentran, tanto aquí en Zaragoza como en Huesca, Alagón, Calatayud, Muel, Pedrola y Remolinos hay otros  “goyas” que ver y admirar su arte, intentando lo que siente, lo que imagina, lo que sueña, lo que expresa.

Aunque sabemos que todo comienza en Fuendetodos, su pueblo natal, a poco menos de 50 kilómetros de Zaragoza, donde todavía se conserva y se puede visitar su casa natal, y cercana a ella se encuentra el Museo del Grabado, en el que además de contemplar las cuatro grandes series de grabados del pintor (Los Caprichos, Los Desastres de la Guerra, La Tauromaquia y Los Disparates) también suele haber interesantes exposiciones temporales con obras de otros artistas, a poca distancia de Zaragoza, a unos escasos 34 kilómetros, en la localidad de Pedrola encontramos el Palacio de la Duquesa de Villahermosa, palacio renacentista construido en el siglo XVI  por la poderosa familia de los Luna, en cuyo interior se conservan tres obras de Francisco de Goya: “El baile de las máscaras”, un boceto de “La carga de los Mamelucos” y un retrato de medio cuerpo de Ramón Pignatelli. Y a escasos kilómetros tenemos en el pueblo de Remolinos la iglesia de San Juan Bautista,  donde podemos contemplar en las pechinas sus pinturas de 1772 dedicadas a los cuatro Padres de la iglesia: San Agustín, San Jerónimo, San Ambrosio y San Gregorio,  temática representada y repetida en varias pinturas del artista aragonés debido, fundamentalmente, a que eran obras de encargo. Y también cerca, en Alagón, hallamos una obra mural de Goya en el antiguo Colegio de Jesuitas, hoy Casa de Cultura, pintada al fresco hacia 1765-1766, y que adorna la bóveda de la escalera interior, representando la  “Exaltación del Nombre de Jesús” en una obra sencilla pero de gran belleza, demostrando Goya, pese a su juventud (tenía entonces 19 años), una nada despreciable soltura, donde por supuesto, y dada la juventud de Goya, la obra presenta influencia evidente de su maestro, Francisco Bayeu.

Y acercándonos a Muel, en la ermita de la Virgen de la Fuente, podemos contemplar en sus pechinas lo citado anteriormente, su obra pintada y dedicada a los padres de la iglesia. Y muy cerquita de la capital, en la Cartuja del Aula Dei, podemos encontrar y disfrutar con una serie de pinturas murales que Goya ejecutó en el cenobio del templo del monasterio hacia 1774, cuando tenía 28 años. Y cierto es que a Calatayud tenemos unos kilómetros más, pero allí, en la iglesia de San Juan el Real, podemos contemplar las pinturas que realizó y que decoran las pechinas de la cúpula que cubre el crucero, donde volvió a ejecutar su obra dedicada a los Padres de la Iglesia.

Ya que hemos podido realizar un ameno recorrido en poblaciones cercanas a Zaragoza donde el artista manifestó su arte, no podemos olvidar que en la capital aragonesa contamos con dos museos a falta de uno donde hallamos obras suyas, el Museo de Zaragoza que entre pinturas, dibujos y grabados muestra sesenta obras, así como el Museo Goya- Museo Camón Aznar, que cuenta entre diversas obras del artista con varias de sus pinturas y algunas series de sus grabados.

Y, por supuesto, ya para poner colofón a esta gran ruta goyesca que podemos recorrer en un pequeño radio de espacio tiempo, podemos acercarnos hasta la Basílica del Pilar, en cuyo interior podremos disfrutar libremente de dos obras suyas, pudiendo contemplar “La adoración del nombre de Dios” en la bóveda del coreto que hay enfrente de la Capilla de la Virgen del Pilar (extremo Oeste de la Basílica), así como en una de las bóvedas de la Santa Capilla nos encontramos con la cúpula “Reina de los Mártires”, obra que según se dice no llego a gustar ni a su maestro Bayeu ni a los canónigos del Pilar, debido a que el artista comenzaba ya a destacar rasgos de su personalidad manifiesta.

 Así que ya sabemos, no hay excusa para decir que la obra de Francisco de Goya está muy lejos de nosotros, en un lejano museo de Madrid, porque su obra está muy cerca de nosotros…