Opinión

La puerta meridional de Santa Engracia (VII)

En nuestro recorrido por las puertas medievales de Zaragoza, nos detenemos ahora en la de Santa Engracia, que, si bien mantuvo siempre el mismo nombre, lo cierto es que hubo tres puertas a lo largo de su rica historia...

En nuestro recorrido por las puertas medievales de Zaragoza, nos detenemos ahora en la de Santa Engracia, que, si bien mantuvo siempre el mismo nombre, lo cierto es que hubo tres puertas a lo largo de su rica historia, tres pasos al caserío antiguo que corresponden a tres épocas distintas, tres estilos arquitectónicos y tres emplazamientos hasta su derribo definitivo en la aurora del siglo XX.

En 1542 se tiene constancia de la primera puerta de Santa Engracia, según un plano de Francisco Miranda, aunque sin duda hubo otra en tiempos del Medievo. La del citado año constaba de un arco de medio punto y dos torreones elevados a los lados, lindando al sur con el Real Monasterio de Santa Engracia. Ocupaba parte del actual edificio de Correos y la torre del Pino, sita en el actual paseo de la Independencia. La fachada principal del acceso urbano miraba al poniente con la calle de Santa Engracia al pie del mismo, que discurría de norte a sur.

Un dibujo de 1737, que figura en la obra ‘Descripción del Real Monasterio de Santa Engracia de Zaragoza’, del autor fray León Benito Martón, nos ilustra sobre la sobriedad de la puerta y los cambios notables en su fisonomía. Disponía de una abertura ancha, arco igual al anterior y tejado de doble vertiente similar al de las construcciones contiguas. Tenía tres plantas de altura con habitaciones y ventanas que se asomaban por los cuatro lados, lo que facilitaba la habitabilidad y ocupación por los vigilantes y guardias de seguridad.

El mayor relieve de esa puerta tuvo lugar durante los Sitios de Zaragoza 1808-1809, al igual que otras de la urbe. En sus proximidades estuvo asentada una batería de campaña disparando proyectiles contra las tropas francesas, y fueron memorables los combates librados en el primer Sitio, en donde destacaron todos los defensores aragoneses y algunos mandos, como, por ejemplo, el coronel de ingenieros Antonio Sangenís Torres. Terminada la contienda con los franceses, el edificio quedó en estado ruinoso.

La segunda puerta de Santa Engracia se erigió en 1830, si bien hubo iniciativas con ese objetivo desde 1815, dos años después de la salida de los franceses de la capital aragonesa. En principio se pensó que la nueva construcción tuviera como fin el de honrar la memoria de las personas que lucharon denodadamente por defender la ciudad, y en esa línea trabajó el arquitecto Tiburcio del Caso desde el año 1828.

La fábrica del acceso tuvo cambios significativos respecto a la anterior, pues su nuevo emplazamiento limitaba con el inmueble de Correos y se extendía en dirección oeste, con una longitud de 88 m, de modo que la calle de Santa Engracia se convirtió en Salón de Santa Engracia, luego llamado de Pignatelli, tras la colocación de su efigie en la Glorieta en octubre de 1859, y, finalmente, paseo de la Independencia.

Se trabajó en la puerta con celeridad y se emplearon materiales destinados al Canal Imperial. En cuanto al diseño, también hubo muchas modificaciones, toda vez que era elegante y de gran porte, y se asemejaba a un arco triunfal, tipo la puerta de Alcalá de Madrid o el Arco del Triunfo parisino. Disponía de tres aberturas, la central de mayor tamaño, y por ellas pasaban peatones, carruajes y caballerías. En el diseño figuraban inscripciones en la parte superior relacionadas con la defensa de Zaragoza durante los Sitios, y entre las columnas que separaban las aberturas se pensaba colocar esculturas dedicadas a la agricultura, el comercio, la navegación y la felicidad.

Con todo, ciertamente, ese proyecto no llegó a terminarse, toda vez que se paralizó en 1835 por cuestiones políticas de España y solo se levantaron los arcos. El derribo completo tuvo lugar en 1866, justo cuando se trabajaba en el diseño del nuevo Salón de Santa Engracia y en la construcción de un nuevo acceso.

Así, la tercera puerta de Santa Engracia se trasladó hacia el sur en virtud del crecimiento urbano de la capital, el desarrollo industrial y el próximo funcionamiento de los tranvías en 1885. El nuevo emplazamiento estaba a la altura de la actual Capitanía General, prolongación de una tapia de la torre del Pino. Su edificación fue muy rápida, de la mano del arquitecto Mariano López, elaborada con hierro fundido, de color grisáceo, y con cinco entradas separadas por esbeltos pilares, que daban prestancia y originalidad a la ciudad.

En la parte exterior de las verjas se erigió la Facultad de Medicina y Ciencias, abierta en 1893, al tiempo que la Glorieta de Pignatelli cambió de nombre a principios del siglo XX por la plaza de Aragón, y en lugar de su monumento se colocó al Justiciazgo. En 1904 se puso en marcha el tranvía eléctrico que circulaba hasta el barrio de Torrero, el cual necesitaba una catenaria y espacio para transitar, lo que obligó a demoler la tercera puerta de Santa Engracia.